Reportaje

Leyendas del Camino de Santiago: El lobo protector de peregrinos

Te acercamos una de las leyendas más mágicas que corren de boca en boca por el Camino de Santiago desde que ruta jacobea tiene memoria

Ejemplar de lobo ibérico

Ejemplar de lobo ibérico

El miedo de los peregrinos a los asaltantes en el Camino

Mejores épocas ha vivido la población de lobos en la Península Ibérica que la actual, pero sin duda también peores, pues recordemos que hasta 1970 la caza de estos animales (considerados plaga en España) era incentivada por las autoridades. Hoy son una especie protegida, pero sin embargo su número (basado en estimaciones, no en censos reales) está muy lejos de la población que habitaba nuestra geografía hace unos siglos, con el Camino de Santiago en pleno apogeo medieval. El Camino debió estar sin duda lleno de lobos, lo que da bastante sentido a la leyenda que hoy os contamos, protagonizada precisamente por un lobo muy especial y por un desafortunado peregrino.

Cuenta la leyenda que un peregrino procedente de Lapurdi, en el denominado País Vasco francés, recorría las peligrosas tierras del norte de la península en los Pirineos, muy cerca de Roncesvalles. Si peligrosas eran estas tierras era por la gran cantidad de bandidos y asaltantes que se cuenta rondaban por estos caminos, atacando a peregrinos camino de Santiago de Compostela. Precisamente uno de estos peregrinos decidió hacer noche en una posada de esta zona montañosa para guarecerse de la oscuridad, cuando ya en su alcoba, se vio sorprendido por otro peregrino, aparentemente buscando también cobijo.

Haciendo honor a la camaradería que se respira en el Camino de Santiago, los dos peregrinos entablaron amistad rápidamente, hasta el punto de que nuestro protagonista le ofreció al nuevo huésped de su alcoba recorrer la ruta juntos hasta Santiago de Compostela para poder defenderse mejor de las calamidades que pudieran encontrarse. El nuevo huésped aceptó de buen grado acompañarle, y ambos continuaron su camino a la mañana siguiente, pero poco duró la idílica alianza, pues cuando ambos peregrinos se adentraron en una zona boscosa alejada de toda mirada indiscreta, nuestro querido peregrino se encontró con su espalda apuñalada a traición. Su nuevo compañero no era otra cosa que un maleante que había escogido vilmente la estrategia de engañar a los peregrinos ganándose su confianza.

El peregrino que vio a Santiago en los ojos de un lobo

Las miserias de nuestro peregrino se multiplicaron al comprobar el maleante que no llevaba nada de cierto valor, por lo que lo castigó despojándole de todas sus pertenencias y arrojándole por una ladera como dios lo trajo al mundo, desangrándose poco a poco. Sin poder evitar que la noche lo envolviera, el peregrino, incapaz de moverse comprobaba como el destino todavía tenía guardada una nueva carta para él cuando vio a lo lejos acercarse una manada de lobos directos hacia él. Pese a su lamentable estado el peregrino pudo observar un brillo especial que salía de los ojos de uno de los lobos, lo que confirmó cuando lo tenía apenas a unos palmos de distancia.

Creyendo ver al mismísimo Santiago reencarnado frente a él, el peregrino pidió ayuda al apóstol para al menos no ser engullido por la jauría de lobos que le rodeaban, pero que nunca llegaron a atacarle. Y así fue; nuestro peregrino pudo morir en paz y enfrentarse al descanso eterno, no sin antes rogarle a Santiago por la salvación de su alma, sabedor de que su triste final estaba cerca. Cuenta la leyenda que el lobo de ojos luminosos ahuyentó a la manada para que dejaran al peregrino descansar por fin de su lamento y se dispusieran a encarar una importante encomienda: vengar al desgraciado peregrino.

Su verdugo, el retorcido maleante seguía su caminar por la ruta jacobea hasta que decidió hacer parada en un refugio de montaña, creyéndose seguro, pero en mitad de la noche, cuando sus ronquidos eran más profundos, se vio sorprendido por la jauría de lobos, comandada por el lobo de ojos luminosos, detrás de quien cuenta la leyenda, estaba el mismo apóstol Santiago. Pese a sus torpes cuchilladas al aire con su todavía manchado cuchillo, el maleante fue degollado por los lobos, vigilados en todo momento por la misteriosa figura protectora, que en ningún momento habría tomado partido el ajuste de cuentas.

El Camino, libre de maleantes por un día cada 100 años

A la leyenda del alma de Santiago en el cuerpo del lobo se une la tradición que cuenta que cada cien años los lobos recuerdan el día de la muerte del peregrino y aúllan durante toda la noche, lo que obliga a los maleantes del Camino a dejar de lado su oficio por un día si no quieren vérselas con el lobo de ojos luminosos. Siglos después aquel lobo se ha convertido en una figura legendaria que se cuenta protege a los peregrinos una vez cada cien años cuando cruzan los Pirineos, aunque nos tememos que hoy en día no son los maleantes lo que más debemos temer al cruzar esta zona montañosa destino Roncesvalles, si no el mal tiempo y sobre todo, la falta de experiencia. 

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