Olveiroa-Fisterra

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Bajada hacia Cee en la que los peregrinos observan por primera vez el mar

Bajada hacia Cee en la que los peregrinos observan por primera vez el mar

Uno de los tramos más bellos del Camino

Tras recorrer el pequeño y encantador núcleo de Olveiroa y dejar atrás la pensión-restaurante As Pías el peregrino inicia sendero por la pista asfaltada que abandona el pueblo. Cerca de 50 metros antes de enlazar con la carretera, la ruta se desvía hacia la izquierda, en las inmediaciones de un lavadero. Se cruza entonces un pequeño riachuelo y se retoma sendero por una pista, muy estrecha en su inicio, que pica hacia arriba hasta un poste de alta tensión. A partir de este momento la vía enlaza con la senda que conduce al embalse do Castrelo. En una curva, un mojón desvía al peregrino hacia el sendero que asciende el monte do Sino. Como inicial punto de referencia el caminante tendrá una fila de aerogeneradores.

Tras un desvío a la izquierda la ruta prosigue sobre pistas de tierra firme o pedregosa sobre la ladera suroeste de esta montaña, en uno de los tramos más bellos del Camino. Las vistas sobre el río Xallas, que discurre encajonado en el paisaje, y de los bosques circundantes, son una de las primeras gratificaciones de la jornada. En algún momento, y ante la ausencia de señales, el peregrino puede llegar a dudar sobre si se equivocó en algún tramo. No debe tener miedo porque sin desviarse de la pista llegará, poco después de 2 kilómetros, y ya en descenso, hasta un puente de piedra que salva el río de Hospital, en el enclave conocido como Vao de Ripas.

A partir de este momento, y siempre en ascenso, el itinerario alterna tramos de adoquinado, sendero pedregoso y tierra compacta hasta llegar a Logoso, núcleo con los primeros servicios para peregrinos de la jornada. La travesía avanza escoltada por una valla donde los caminantes dejan varios mensajes. En Logoso, un albergue con bar recibe a los peregrinos. En él se sirven desayunos desde las 06.00 horas y menús a 9 euros. A 200 metros de la sirga peregrina se sitúa, además, el restaurante A Pedra, con desayunos y menú del día al mismo precio. En una rápida travesía se atraviesan las calles de esta pequeña aldea situada al pie del monte Castelo y a la sombra del castro de Logoso y ya se retoma el sendero de tierra que, siempre en ascenso, completará otra gran bella subida de un kilómetro de extensión. De esta forma se llega al núcleo de Hospital, cuyo nombre se deriva de la existencia de un antiguo hospedaje para peregrinos.

Levantado a comienzos del siglo XIII, fue donado por su fundador al cabildo compostelano y destruido, en su avance, por las tropas napoleónicas. El núcleo tan solo se bordea aunque en el breve trazado por el mismo los caminantes adelantan un punto de información al peregrino de reciente construcción, con datos sobre los orígenes de las peregrinaciones, paneles informativos y medios digitales interactivos. Bifurcación hacia Fisterra o Muxía A la salida de Hospital la vía enlaza con la carretera DP-3404. A mano izquierda se deja el bar O Casteliño, el último establecimiento hostelero hasta Cee, distanciado en 14 kilómetros. La panorámica se ve afeada en este punto por la fábrica de hidrocarburos de Ferroatlántica. Se cruza entonces la carretera y se recorta un poco el trayecto por una carretera antigua. 

A continuación ya se alcanza la rotonda donde se bifurcan las rutas que van hacia Muxía (derecha) y hacia Fisterra (izquierda). Unos mojones indican el camino. El paso en esta importante rotonda puede resultar peligroso. En este caso el peregrino continúa hacia la izquierda, bordeando la humeante fábrica, a partir del arcén de la CP-2303. El asfalto se abandonará por la derecha, a partir de un sendero marcado por un segundo mojón situado en una curva (se debe tener cuidado y no continuar por la pista situada junto al primer mojón, que puede llegar a despistar) que conducirá al caminante hacia una pista de amplias perspectivas, rodeada de pinos y eucaliptos. En las inmediaciones se localiza el petróglifo de Pedra Ancha, con diversos motivos, entre los que se distinguen representaciones de armas.

Según la tradición, en este lugar habitaba el Vaker o Monstruo de Hospital que devoraba a los peregrinos. En este tramo los desniveles son leves por lo que el trayecto se convierte en un tranquilo paseo. Eso sí, la ausencia de árboles a la vera del Camino puede pasar factura en verano. Transcurridos casi dos kilómetros desde la bifurcación Fisterra-Muxía, el peregrino alcanza el bello cruceiro de Marco do Couto, junto al que muchos peregrinos depositan piedras. Este hito, antiguo marco jurisdiccional, sirve de división entre las parroquias de Buxantes y Dumbría. En el enclave hay una piedra grabada con una inscripción referida al Camino Real. Primera panorámica de la ría y del cabo Fisterra A partir de este momento el caminante proseguirá durante más de dos kilómetros por una pista de buen firme y suaves oscilaciones, con presencia ganadera, y durante la que se verá de frente y hacia la izquierda, a lo largo de varios tramos, el bello Monte Pindo.

Santuario das Neves

 Tras un giro a la izquierda el peregrino alcanza uno de los lugares con mayor simbolismo del Camino a Fisterra. Se trata del Santuario das Neves, un templo del siglo XV de planta rectangular y muros de cantería de granito. Su atrio, con sombra, puede servir de descanso a los viajeros. La iglesia, junto a la que pudo haber antaño un albergue para peregrinos, guarda en su interior un grabado con la silueta de un pie. La tradición reza que es la huella de un peregrino francés que se dirigía a Fisterra y falleció en el lugar. Fuera de la misma, muchos caminantes depositan sus recuerdos en un pequeño altar. Este santuario es la meta de una concurrida romería que tiene lugar el 8 de septiembre. Al otro lado del Camino, se ubica un área con mesas sin sombra y la conocida como Fuente Santa, cuya agua acrecienta, según la leyenda, la leche de las mujeres y del ganado.

El itinerario inicia a continuación, en ascenso y en un continuo tobogán, uno de los trayectos más solitarios de la jornada. El recorrido se adentra por los montes de Pedras Loiras y A Cheda sobre un firme que alterna tramos de tierra compacta y largos trayectos pedregosos y muy complicados para el tránsito ciclista. En una de las bajadas se sitúa en verano una barra espontánea, donde adquirir alguna galleta y bebida para reponer fuerzas. Después de más de tres kilómetros desde el Santuario das Neves se llega a las inmediaciones de la iglesia de San Pedro Mártir (siglo XVII), una pequeña capilla que ha sido lugar de culto desde hace muchos años. Dispone de otra nueva fuente milagrosa que cura varias dolencias y que, según la tradición, mana de debajo del altar. Este lugar también es meta de una popular romería. Los vecinos rezan al santo para que les cure los dolores de cabeza y el reuma. Junto a la ermita, se ubica el denominado campo de San Pedro, con sepulcros megalíticos.

La leyenda avala que en los alrededores pudo existir un pequeño casco urbano que sería destruido por la invasión de las tropas francesas en el año 1809. Empinado descenso hasta Cee Tras este pequeño y rehabilitador descanso el peregrino retoma el Camino y, después de 2,5 kilómetros, se acerca al desvío que avisa que a 100 metros hacia la derecha se ubica el conocido Cruceiro da Armada (247 metros). Merece la pena el desvío ya que desde este punto de interés el viajero tendrá, por primera vez, constancia de la bella franja costera de la Costa da Morte, en la que se alternan abruptas formaciones rocosas y envidiables arenales. Desde este lugar el peregrino ya atisbará, además, la meta de la etapa, el legendario Cabo Fisterra. Esta legendaria y agreste costa debe su nombre a los numerosos naufragios ocurridos en la zona.

Faro de Fisterra

En el paraje, en el que el dueño es el mar, sobresalen sus acantilados; su bella franja costera de playas inmensas (el arenal de O Rostro o la de Carnota son tan solo dos ejemplos); sus santuarios simbólicos (el célebre y ahora dañado santuario da Virxe da Barca de Muxía); sus hórreos de grandes dimensiones (Lira o Carnota); y los distintos pueblos de sabor marinero que salpican su extensa área. Algunos de ellos, como el de Corcubión, son de bellísima factura. En esta zona se emplazaba el Finis térrea de los romanos, el fin del mundo conocido. El faro de Fisterra sirve de idóneo colofón a una zona inhóspita y atrayente, azotada por sucesivos temporales. De nuevo en la vía milenaria, el caminante inicia a continuación un duro descenso, rompepiernas y de bastante desnivel. El firme, muy pedregoso, dificultará en extremo la bajada a los ciclistas.

Eso sí, a cambio de la exigencia, el peregrino también se verá recompensado con la belleza de la bajada y con la grata sensación de aproximarse cada vez más al mar y a la inmediata Cee. En el pronunciado descenso el viajero se podrá volver a recrear con el Monte Pindo y la ría de Corcubión. En la recta final de la bajada unos peregrinos de Paracuellos del Jarama levantaron un altar a la Virgen, imagen a que nuevos caminantes adornan con flores y piedras. En este punto la vía retoma el asfalto tras un primer giro a la izquierda y un segundo a la derecha que se aproxima, aún en fuerte descenso, hasta Os Camiños Chans, donde, a mano izquierda, queda un albergue. La ruta, sin embargo, prosigue hacia la derecha, por la calle Campo do Sacramento, y se adentra en la localidad de Cee, núcleo más poblado de los que conforman la Costa da Morte y el que cuenta con mayor número de servicios. Los peregrinos pueden partir la etapa y descansar en esta villa, con varios albergues y una dinámica vida diaria, reforzada durante el verano.

Recorrido por la costa

El itinerario urbano por esta localidad marinera, donde no se deberá dejar de visitar la iglesia parroquial de Santa María de Xunqueira y el pazo de Cotón, continúa por la larga rúa Magdalena hasta desembocar en el agradable y cómodo paseo marítimo. De esta forma se llega a la vecina localidad de Corcubión, uno de los núcleos de mayor encanto de toda la zona. De hecho, su casco antiguo está declarado conjunto histórico-artístico.  La entrada a Corcubión se hace por la acera que bordea la costa, sendero en donde se anuncian ya los primeros alojamientos. Tras completar el núcleo central del paseo marítimo, donde será difícil para los viajeros no inmortalizar la estampa, la ruta se desvía hacia la zona antigua a partir de una señales situadas detrás de unos asientos con mosaicos y motivos jacobeos. También se localiza un mojón a esta altura, en la plaza de Castelao, que anuncia que restan poco más de 13 kilómetros para alcanzar el cabo de Fisterra.

El itinerario prosigue entonces por la calle San Marcos hasta llegar a la iglesia parroquial de mismo nombre, declarada Bien de Interés Cultural. Su estilo principal es gótico marinero aunque cuenta con construcciones barrocas y neogóticas. El caminante sobrepasa un cruceiro y ya enfila, por la calle de las Mercedes, hacia el Campo do Rollo, plaza con mesas cubiertas y parque infantil. La salida de localidad es de gran belleza ya que se produce a partir de una calzada empedrada que asciende encajonada entre dos muros y desde donde se volverán a tener bellas perspectivas de la ría de Cee y Corcubión.  El repecho continúa, corto pero pronunciado. Unos asientos descubiertos a mano izquierda permiten hacer un descanso. Unos metros a continuación se alcanza la aldea de Vilar, con casas de bellas galerías.

Tras cruzar la carretera AC-552 a través de un peligroso cruce sin paso de peatones se alcanza el lugar del campo de San Roque, donde se sitúa un albergue para peregrinos gestionado por la Asociación Galega de Amigos del Camino de Santiago. Primero por asfalto y, tras realizar un giro a la derecha, por un sendero de tierra, se inicia un descenso que avanza rodeado por pinos. Los caminantes encontrarán en él un revitalizador lavadero para remojar la cara. Tras la bajada se retoma de nuevo la mencionada carretera en el lugar de Amarela. La ruta prosigue por el arcén izquierdo y adelanta otro lavadero y una fuente con agua no tratada sanitariamente. El trayecto que se desliza a continuación reviste cierta peligrosidad al continuar la vía por el estrecho arcén izquierdo. Llegada una curva, se deberá cruzar el asfalto para adentrarse por una pista que discurre, en un principio sobre asfalto y luego sobre tierra, y con la que atajan las sinuosas curvas de la AC-552. Aún así, poco antes de la entrada a Estorde, el caminante volverá a continuar trayecto por este asfalto.

Poco a poco se desciende hasta la zona de la playa, que brinda de nuevo a los peregrinos bellas instantáneas de la costa. Esta localidad, a pesar de su reducido tamaño, es un lugar habitual de verano. Pasado el restaurante-hotel Playa de Estorde y el concurrido cámping situado enfrente, ante el peregrino ya se presenta el cartel del término municipal de Fisterra. Por un tramo de asfalto se evita, por la izquierda, la rotonda que da acceso a la autovía da Costa da Morte. Poco después el caminante accede al núcleo de Sardiñeiro, con varios alojamientos y restaurantes, en, cuyo inicio, la señalización, no demasiado expuesta, puede llevar a confusión. Tras el cartel municipal la vía continúa por un desvío a la derecha. Habrá que fijarse en que, a continuación, se deberá proseguir hacia la izquierda, por delante de una fila de casas (la flecha está en un muro). En el recorrido se localizará alguna construcción de exaltación jacobea. Tras un nuevo cruce con la general el trayecto discurre por la izquierda de la misma hasta volver a desembocar en ella. Metros después, y a mano derecha, el itinerario inicia un ascenso por las rúas Nova y de Fisterra.

Se sale de Sardiñeiro por un tramo que sigue el antiguo Camino Real y evita la carretera. El peregrino goza de este trayecto y se aproxima a un mirador sobre el cabo. Acto seguido vuelve a cruzar la AC-552 y, en un descenso pronunciado, que puede resultar resbaladizo, se acerca a la idílica y solitaria cala de Talón. Este arenal de arena blanca y aguas casi verdes es uno de los preferidos por los fisterráns que huyen de la masificación veraniega. Tras observarlo desde lo alto –o no resistirse y bajar y darse un baño-, el camino regresa en ascenso hasta la carretera general, asfalto que de nuevo se abandonará aproximadamente medio kilómetro después para descender hasta la larga playa de Langosteira, de tres kilómetros de extensión. Lugar de reposo del peregrino, bañarse en sus aguas forma parte casi del ritual de los caminantes llegados a Fisterra.

En la bajada, el peregrino aún se encuentra en el núcleo de Calcoba, con diversos servicios turísticos, como el hotel Alén do Mar o los restaurantes Praia da Serra y Calcoba. Al inicio del arenal se colocó hace años un monumento a Camilo José Cela, el premio Nobel de Literatura gallego que pasó largas temporadas y guardó una gran vinculación con esta zona. De hecho, el escritor inmortalizó la esencia de esta costa en su obra Madera de Boj. Una placa recuerda una frase del literato: «Finisterre es la última sonrisa del caos del hombre asomándose al infinito». A partir de este punto los caminantes pueden proseguir camino por la playa o por el propio itinerario marcado, que discurre en paralelo a las dunas y poco a poco se aleja por un sendero con fuentes y mesas donde comer al aire libre. Tras pasar un puente el Camino ya enlaza con un tranquilo paseo marítimo que lleva a los peregrinos hasta la villa de Fisterra. Una vez cubierta toda la extensión de la playa se llega al barrio de San Roque, donde se localiza uno de los restaurante más afamados del núcleo, el Tira do Cordel.

Se asciende entonces por el paseo hasta la cruz de Baixar, un cruceiro de granito del siglo XVI, y ya se enfila en línea recta, por la avenida de A Coruña hasta el entorno del ayuntamiento. Se prosigue camino por la calle Santa Catalina y se enlaza con la calle Real, en donde se localiza el albergue municipal y una oficina de turismo. Es en este inmueble donde se dará a los esforzados caminantes la Fisterrana, el documento expedido por el ayuntamiento que acredita haber cubierto el recorrido desde Santiago. Final subida hacia el faro A la etapa tan solo le queda el último tramo, el de mayor carga simbólica. Tras recorrer las principales callejuelas en cuesta de esta localidad de recios marineros y pescadores, cuyo núcleo antiguo creció en forma de anfiteatro sobre el puerto, el peregrino no debe poner fin a la jornada sin cubrir el corto trayecto de poco más de 3 kilómetros que aún resta para llegar al legendario cabo. La ruta continúa desde la Calle Real hacia la plaza da Constitución y, acto seguido, hasta la plaza de Ara Solis, donde se ubica la iglesia barroca del Nuestra Señora del Buen Suceso (siglo XVIII).

Poco después el peregrino ya enlaza con la carretera que lleva hasta el cabo. Como primer monumento hallará a mano derecha la iglesia de Santa María das Areas, uno de los puntos de mayor interés de la localidad, de larga tradición jacobea. De hecho, en el lugar se localizó el antiguo Hospital de Peregrinos da Nosa Señora do Rosario, del que ya se tiene constancia en el siglo XV y del que casi no quedan restos. El origen de la ermita, situada en la falda del monte, se remonta al siglo XII. Románica en origen y con una única nave, al edificio primitivo se le fueron adhiriendo con el paso de los siglos varias capillas y una sacristía. El templo, de gran riqueza artística, ya era en la Edad Media un centro devocional al albergar en su interior, en la capilla barroca del Santo Cristo, la venerada imagen del Cristo de la Barba Dorada, a la que la tradición atribuye poderes milagrosos y en torno a la que han surgido una serie de leyendas. La más extendida recuerda cómo la imagen fue robada por unos marinos ingleses que se vieron sorprendidos por uno de los recurrentes temporales que azotan la zona pero que en este caso se habría producido a modo de castigo.

Tan solo se libraron de él cuando arrojaron la imagen al mar, rescatada después por pescadores de la zona. Al Cristo se le atribuyen varios milagros como la conversión de unos moros que habían desembarcado cerca del templo con la intención de profanarlo. Iglesia e imagen centran una de las principales tradiciones de la Semana Santa gallega. En el domingo de Pascua se celebra en su atrio la fiesta en honor al Santo Cristo, con una representación de la Resurrección. El templo, influenciado por las corrientes arquitectónicas aplicadas en la Catedral de Santiago, dispone, al igual que otras iglesias de peregrinación, de una Puerta Santa. Se tiene constancia que en el siglo XIV se concedía a aquellos peregrinos que la atravesaban ciertas indulgencias. Esta iglesia también fue uno de los destinos en los que ciertos presos flamencos podían redimir sus penas durante la Edad Media. Para librarse de la condena debían peregrinar a Santiago, Fisterra o San Andrés de Teixido.

Tras esta parada en la iglesia, junto a la que se localiza un cruceiro gótico, el caminante prosigue rumbo hacia el cabo por el estrecho y peligroso arcén. Supera un monumento al peregrino y tras varias curvas llega al considerado en época romana el Finis Terrae, el fin de la tierra. El lugar, en la actualidad parada turística, dispone de varias tiendas de recuerdos y un bar. Como lugares de interés se hallan el faro y los promontorios desde donde los peregrinos contemplan el atardecer. El faro, que comenzó a funcionar en 1853, era el principal punto de recalada para los buques que venían desde el Océano Atlántico a Europa. Protegía una de las costas más peligrosas, la Costa da Morte, donde a lo largo de la historia han naufragado un sinfín de barcos.

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