El Camino de Santiago más antiguo es hoy una ruta de gran belleza y exigente trazado. El Camino Primitivo, nada masificado, sigue las huellas del primer peregrino.
En el centro histórico de Santiago -muy cerca de la facultad universitaria de Historia y de la Praza de Abastos- hay una imponente estatua de un rey medieval. Se llamaba Alfonso II, le apodaban el Casto, y reinó a comienzos del siglo IX sobre buena parte del territorio que hoy conforman las comunidades autónomas de Galicia, Asturias y León: la antigua Gallaecia.
Monarca fundamental para el desarrollo de Compostela y del hoy mundialmente reconocido fenómeno jacobeo, se le considera el primer peregrino. Cuando en el 813 se produce el supuesto hallazgo del sepulcro del apóstol Santiago, el obispo de la vecina localidad de Iria Flavia viaja a Oviedo. Informa al rey del descubrimiento. Y este no dejó pasar la oportunidad de rearmar moral e ideológicamente a la parte cristiana de la antigua Hispania romana, confinada en el norte de la península ante el aplastante dominio musulmán.
Alfonso II se puso en marcha. Cruzó la montaña que separa Asturias de Galicia al norte de Os Ancares, pasó por la ya entonces amurallada Lugo y siguió camino hacia el oeste hasta el lugar donde según la leyenda el ermitaño Paio vio las señales celestes que permitieron encontrar el sepulcro del apóstol. El rey ordenó construir una iglesia en un lugar al que en el año 2012 peregrinaron más de doscientas mil personas. Varios miles lo hicieron siguiendo las huellas de Alfonso. Recorrrieron el más antiguo de todos los Caminos a Santiago: el Primitivo.
También llamado Camiño de Ovedo o Camino del Norte-Interior, el Camino Primitivo fue una de las rutas a Santiago más importante en los primeros años del culto jacobeo. Y también recibió el apelativo de «francés». Pero perdió su privanza por razones políticas ligadas a ese fenómeno histórico llamado Reconquista. A finales del siglo X el centro de poder de la monarquía galaico-asturiano se desplazó al sur, a León. Con él se fueron la mayoría de los peregrinos. Pero el Primitivo pervivió.
En su recorrido aún pueden visitarse las ruinas del último hospital de peregrinos, el de Montouto, en A Fonsagrada, que funcionó hasta bien entrado el siglo XX. Después cayó en el olvido. Y se sumó bastante tarde al resurgimiento del fenómeno jacobeo producido tras el año santo de 1993. En el año 2004, que también fue santo, y apoyado turisticamente por la Xunta con un Xacobeo, recorrieron el Primitivo 4.876 peregrinos. Por el Francés lo hicieron 138.646. En el 2010 -también año santo- optaron por esta ruta mayoritaria 189.212 personas (el 69,53% de todos los que llegaron a Santiago); solo 7.661 (el 2,82%) optaron por seguir los pasos del rey Alfonso.
¿Qué se encontraron ellos y los 6.349 que transitaron por el Camino de Santiago Primitivo en el 2012? Pues una ruta no muy conocida, pero fascinante, y muy exigente con los peregrinos. Un recorrido exigente sobre paisajes de gran belleza. El Camino Primitivo atraviesa zonas de montaña muy despobladas, sin apenas servicios (alojamiento, restauración, medicinas, etcétera), del interior menos conocido de Galicia y Asturias. A cambio los peregrinos disfrutan de parajes y paisajes de gran belleza, sin aglomeraciones ni carreras; visitan tres ciudades monumentales que merecen una visita prolongada (Oviedo, Lugo y la propia Compostela); y pisan relativamente poco asfalto en esta ruta recomendada sobre todo para caminantes, algo inhóspita por el clima cuando nieva -afecta a buena parte del recorrido- o cuando llueve, pero habitada por gente hospitalaria y que, tras años con problemas en ciertas etapas, ahora cuenta con una red suficiente de albergues públicos y privados en Galicia.
Tal vez el Camino de Santiago Primitivo sea la más atractiva de todas las rutas jacobeas. Por esplendor paisajístico. Por riqueza etnográfica. Por Historia (y sus vestigios). Y porque el peregrino puede caminar con tranquilidad. El recorrido por el Camino Primitivo es bonito, pero duro. El obstáculo más formidable es una subida durísima antes de Grandas de Salime, el temible puerto del Palo, y de muchos kilómetros de subidas y bajadas continúas a uno y otro lado del puerto del Acebo. Es lo que en argot ciclista se llama un terreno rompepiernas. La tarea de peregrinar por esta ruta se complica si llueve. Y suele llover. Hay tramos que pueden convertirse en auténticos barrizales. Y si nieva... Nieva. Al menos en invierno. Y de forma extraordinaria en otras estaciones (Lo hizo en A Fonsagrada a finales de mayo del 2012, quedan avisados).
Son los únicos momentos en el que queda oculta la exuberante naturaleza que envuelve a un Primitivo al que no le falta color verde. Y que tampoco es el mejor Camino para hacer en bici: por trazado, desniveles, tipo de firme predominante y falta de servicios especializados.
Un asunto pendiente: la señalización Galicia y Asturias comparten muchas cosas: clima, historia, el gusto por la buena gastronomía. paisajes impresionantes, una orografía complicada, la despoblación de las comarcas del interior... Pero no las señales. Cualquier peregrino que haga el Camino Primitivo de Santiago desde Asturias verá que en los indicadores del Camino es la parte redonda de la vieira la que marca la dirección. Eso cambia al llegar a Galicia. Desde O Acebo es al revés. Son las rayas las que indican el buen camino por una ruta que aspira a convertirse en patrimonio de la Humanidad en los próximos años. Y que tiene su trazado delimitado en esta comunidad desde diciembre del 2012.
Conviene hacer una precisión sobre esta delimitación. Hubo propuestas de colectivos y estudiosos vinculados al Camino Primitivo en favor de alternativas diferentes a las elegidas por Patrimonio. Pero más allá de la polémica, la delimitación sirve para proteger el Camino. Y hay mucho que hacer en ese ámbito. Para empezar, señalizar el nuevo trazado, que varía sustancialmente en ciertos tramos. Aún en julio de 2012, los peregrinos que sigan las indicaciones oficiales -los mojones- transitarán por el anterior. Para completar, tal vez colocar algún albergue más en el tramo más montañoso, entre A Fonsagrada y O Cádavo, para dar más alternativas a los peregrinos.
El Camino Primitivo, una de las rutas más emblemáticas del Camino Santiago, nace a los pies de la catedral de Oviedo. Desde allí recorre la mitad occidental del Principado de Asturias por el interior. Pasa por Grado, Salas, Tineo, Borres, Pola de Allande, la Mesa y Grandas de Salime. Y entra en Galicia por el alto do Acebo (1.130 metros de altura), a 13 kilómetros de A Fonsagrada, la primera localidad de referencia de este Camino en la comunidad autónoma gallega, y a unos 170 de la meta final: Santiago. Toda la ruta puede hacerse en 13 o 14 etapas. Y la parte gallega, en 7.
En A Fonsagrada el Camino Primitivo tiene dos variantes. Una pasa por la capital municipal -un oasis de servicios tras el tramo de montaña asturiana- y la otra visita la histórica, decrépita y muy interesante Pobra do Burón. Ambas confluyen en el mencionado Hospital de Montouto antes de atravesar los concellos de Baleira y Castroverde para llegar a Lugo y su gran oferta culinaria.
El peregrino cruza la muralla romana de esta ciudad situada a 100 kilómetros de Santiago (el mínimo para conseguir la Compostela, el popular certificado de peregrinación) antes de seguir rumbo oeste por una carretera que recorre un puñado de aldeas sin apenas servicios de los concellos de Guntín, Friol, Palas de Rei y Toques (atraviesa la suave Serra do Careón). Luego entronca en Melide con el Francés. Allí el Camino Primitivo pierde su esencia. Y la tranquilidad que lo han acompañado en los últimos años. Pero sufrir la masificación es el precio a pagar por acercarse a Santiago, el destino final (¿O no? Muchos siguen ruta desde Compostela hasta Fisterra, legendario fin del mundo occidental) de un peregrinaje milenario.
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