O Cádavo-Lugo

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Fotografía de Manuel Marras.

Fotografía de Manuel Marras.

El albergue de O Cádavo está situado junto a una iglesia, un centro sociocultural y un restaurante. Sólo un pequeño paseo separa al caminante del centro del pueblo, dotado de todos los servicios: farmacia, centro de salud, varios bares y alojamientos alternativos.

Para comenzar esta etapa el peregrino debe volver al entorno del albergue. Tiene por delante una larga caminata que le llevará hasta el casco histórico de Lugo. Deberá recorrer 31 kilómetros muy variados. Para empezar habrá que subir un puerto, el último del Primitivo, el alto da Vacariza. Después se desciende hacia Castroverde (un pueblo con todos los servicios), se camina sobre espléndidos senderos, se atraviesan numerosos núcleos con cierto encanto, pero sin más ayuda para el peregrino que algunas fuentes y máquinas de vending hasta llegar a la ciudad de la muralla, la capital de este Camino en Galicia.

La etapa (31 kilómetros)

El Camino sigue desde el albergue de O Cádavo por el núcleo, bien señalizado por conchas en las casas. Se aleja del centro del pueblo por una carretera que se abre a mano derecha cien metros más abajo del albergue. Solo unos metros mas adelante, guiado por un mojón, pisando una estrecha carretera, el peregrino se encamina hacia Padreda. El Camino es cuesta arriba antes y después del paso por este pequeño núcleo compuesto por construcciones tradicionales y que conserva los restos de una iglesia en ruinas. Después de Padreda se acaba el asfalto. Y comienza la subida hacia el alto da Vacariza.

El último gran puerto del Primitivo

El peregrino corona el último gran puerto del Primitivo (836 metros sobre el nivel del mar). Ha superado una ascensión con rampas duras y sombra intermitente sobre tierra y piedra suelta. Flechas amarillas y un mojón le indican la dirección. Debe continuar en paralelo a la carretera, por la derecha. Le quedan 131,706 kilómetros para Compostela y un buen trecho hasta Lugo. Unos metros más adelante un nuevo mojón confirma la dirección y un panel próximo explica al peregrino cual es su situación exacta.

El Camino señalizado es el que va por Vilabade. La delimitación oficial indica que la opción genuina es la que pasa por Vilalle, pero también precisa que esa ruta no existe en la actualidad y en consecuencia no está señalizada. El peregrino no tiene otra opción que seguir por esta pista de tierra, piedra y grava; la variante es obligatoria.

Durante unos metros habrá que subir y después toca bajar. En Galicia el llano es un mito, salvo en contadas ocasiones (y en esos casos suele durar poco). La pista es amplia, rodeada de toxeiras. En verano la jalonan flores amarillas. El siguiente mojón no tarda en aparecer. Si los vándalos han respetado la placa que indica el punto kilométrico, debería marcar el 131,255. La pista no permite perderse. Hay que seguirla. Sí pueden perderse algunos mojones, engullidos por la maleza.

Iglesia de Vilabade / César Rodríguez

Iglesia de Vilabade / César Rodríguez

La primera encrucijada está situada en el punto kilométrico 130,496. Un mojón indica que hay que seguir recto, entre pinares de repoblación. Un poco más adelante hay un nuevo panel de la comunidad de montes de esta zona, que ayuda al peregrino a orientarse. También lo hace otro mojón unos metros más adelante en la ya conocida pista. El peregrino llega a una bifurcación bien señalizada. Un mojón indica que hay que tomar el camino de la izquierda. Es el punto kilométrico 130,081. Comienza el descenso. No es muy pronunciado, pero tira de las rodillas. El peregrino transita entre pinares. Es un buen tramo para caminar, y los árboles autóctonos empiezan a dejarse ver. Aparece un desvío. Y un oportuno mojón que dice que no hay que cogerlo. Es el punto kilométrico 129,236.

Visita a Vilabade

El peregrino sigue bajando hacia Vilabade por una amplia pista de tierra y piedra, bajo la sombra de los pinos. Guiado por mojones. En el punto kilométrico 128,886 se ve, a lo lejos y a mano izquierda, Castroverde. Un kilómetro antes de Vilabade, el peregrino accede a una carretera. Se encuentra junto al santuario de Nosa señora do Carme. Allí puede rellenar su cantimplora -hay fuente- y reposar en las mesas y bancos diseminados bajo los árboles próximos al templo. También puede refugiarse de la lluvia. Es el lugar perfecto para una parada. Si se tiene tiempo. Lugo aún queda muy lejos.

Santa María de Vilabade merece una visita. Es un templo gótico que tuvo en su día un convento franciscano adosado. De este edificio no se conservan restos. Pero la iglesia -Monumento Histórico-Artístico Nacional desde 1979- aún luce espléndida. Y conserva en su interior un valorado conjunto escultórico barroco del siglo XVII. También ofrece a los peregrinos un cobijo de la lluvia bajo los arcos de medio punto de su pórtico. 

Torre de Castroverde / Manuel Marras

Torre de Castroverde / Manuel Marras

El Camino desciende de Vilabade hacia Castroverde por la carretera. No es posible perderse. Varios mojones indican la ruta. Y esta no se aparta de la vía principal. Toca asfalto. Pero pronto llega la señal que advierte de la proximidad del buen y moderno albergue público de esta localidad dotada de todos los servicios básicos que necesita un peregrino y que tuvo dos hospitales en el pasado.

Queda un kilómetro. Hay que recorrerlo por esta estrecha y poco transitada carretera. El peregrino llega al núcleo urbanizado de Castroverde (en todo el concello hay algo menos de 3.000 habitantes). Una concha y dos flechas le indican que debe girar a la derecha. Hay acera. Y el albergue está a unos pasos. Si quiere seguir Camino debe hacerlo de momento por la calle principal de esta localidad conocida por su torre medieval, último punto de avituallamiento del peregrino antes de llegar al centro de Lugo. Sólo unos metros más allá del cruce que lleva al albergue, el peregrino debe cruzar la calle y abandonarla. Su ruta sigue por un sendero que se abre a mano izquierda. Lo sigue. Deja atrás una cementera. Llega a una carretera que lo sitúa muy cerca otra vez de la calle principal de Castroverde. Y de los bares. Y de los supermercados 

El Camino sigue otra dirección. gira a la izquierda y luego a la derecha. Toma una pista ascendente. Pronunciada. Le lleva hasta la iglesia y la casa do concello. Si se quieren reponer víveres o fuerzas, es el momento. También si se quiere sellar la credencial.

El Camino toma una interesante pista pasados el concello y el centro de servicios comarcal. Amplia y sombreada, pasa bajo una hermosa fraga y cuenta poco después con una fuente. Desde esta pista se ve, a lo lejos, la torre que identifica a este pueblo. Poco después el peregrino encuentra un mojón que le confirma la ruta. Hay que descender por el sendero de la derecha, bajo la sombra de castaños. Sus pasos se dirigen a la carretera. Hay que cruzarla con mucha precaución y pasar, guiados por un mojón (punto kilométrico 124,850) y unas flechas, por debajo de otra. El descenso, por carretera, es pronunciado. Y no ofrece dudas. El peregrino se encamina hacia Souto de Torres. Sus pasos pisan asfalto durante un tramo en el que lo rodea la espléndida vegetación autóctona. Se adentra por el pequeño núcleo de San Miguel del Camino, cuyo nombre sugiere mucho sobre su pasado jacobeo.

En el punto kilométrico 123.939 comienza uno de los mejores tramos del peregrino. Se acaba la pistas asfaltada. El peregrino llega a una bifurcación. El mojón indica que hay que coger la senda de la izquierda. Cuesta abajo se encamina hacia Souto de Torres. Y disfruta al caminar entre prados, regatos, bosques de carballos y castaños, vegetación de ribera... Se vuelve a la carretera poco después de un kilómetro. El peregrino llega a un cruce. A la izquierda un poste anuncia la vecindad del área recreativa del río Recesende. El Camino va por la derecha. Cuesta arriba. Por muy poco tiempo. Sólo 200 metros más arriba se abre un precioso sendero a mano izquierda. Hay que tomarlo para llegar a Souto de Torres, donde un cruceiro llama la atención del peregrino

De allí, sin posibilidades de pérdida, el Primitivo sigue rumbo oeste hacia Vilar de Cas, otra población de Castroverde con bastante encanto pero sin más servicios que sendas máquinas de café y de refrescos. Están muy bien integradas en el Camino. Dentro de un cortello que no desmerece con el entorno. Al fin y al cabo esta ruta aspira a ser patrimonio de la humanidad. Hay que cuidarla. Las ruinas de Soutomerille El peregrino abandona este pueblo por carretera. La sigue hasta llegar a un cruce. El Camino sigue por la derecha. Al lado del preceptivo mojón un letrero de madera le ofrece la posibilidad de desviarse un rato del tramo oficial y visitar, tras 800 metros de sendero, las ruinas de Soutomerille. Vale la pena admirar los restos de este expoliado templo prerrománico -restaurado en época barroca- dedicado a San Salvador. Y luego no hay que desandar la ruta. Se engancha con ella más adelante. Sin haberse perdido nada relevante. Vale la pena.

Máquinas de vending en Vilar de Cas / César Rodríguez

Máquinas de vending en Vilar de Cas / César Rodríguez

En Gondar, tras haber cruzado el río Romeán por el puente de A Pallota, comienza el territorio del concello de Lugo. Y se repite el paisaje de Vilar de Cas. Es una aldea de un puñado de casas que aún conservan la arquitectura tradicional. Allí hubo en el pasado un hospital de peregrinos. Hoy hay un par de puntos con máquinas de vending, peor disimuladas que las de Vilar de Cas. El camino llega a este lugar por carretera. Y lo abandona por carretera. Un mojón marca el punto kilométrico 115,932. El peregrino «hace cumbre» entre dos canteras. Su ruta sigue por la carretera. Ahora cuesta abajo. Hasta que un sendero rodeado por una carballeirale ofrece la posibilidad de dejar de pisar asfalto. Volverá a él. Primero a sus proximidades. Circulará por una pista de tierra paralela a la carretera y, para su disgusto, un desvío provisional -que lleva varios años imponiendo su ley- obliga a circular durante algo más de un kilómetro por el arcen de la transitada y peligrosa LU-550.

Después de este tramo se deja atrás el lugar de Carballido y el peregrino obtiene un respiro. Camina en paralelo a un pequeño regato, en un paisaje dominado por ameneiros (alisos) y prados, bien señalizado. Poco después, una vez pasado el núcleo de As Casas da Viña, el caminante se aproxima al cruce de la carretera LU-550 con la autovía A-6. En un entorno bastante degradado, debe atravesar este vial por un viaducto. Sus pasos le llevan por los núcleos ya periurbanos y sin encanto de Castelo de arriba y Galegos de abaixo.

Llegada a Lugo

El Camino entra en el casco urbano de Lugo tras cruzar el río Rato -un afluente del Miño- por el barrio da Chanca. Cuando lo deja atrás, el peregrino pasa por debajo de la vía del tren. Cuesta arriba. Ve un cartel al otro lado de una de las carreteras que circunvalan la ciudad de la muralla. Debe atravesarla y subir por unas escaleras situadas entre una casa en ruinas y varios ejemplos de mala arquitectura desarrollista (Los ciclistas, como indica un cartel situado a mano derecha, deben tomar la carretera), Las escaleras esconden un pequeño tesoro para el caminante, un plano del Primitivo a su paso por Lugo. Y la ubicación de los sitios de la ciudad que vale la pena ver. Edificios de interés. Monumentos. Museos. Las puertas de la muralla.  Y donde conseguir más información.

Subida la treintena de peldaños que conforman la escalera, el peregrino se topa con una cafetería que anuncia el sellado de la credencial y expone en su cristalera el mapa del primitivo en Galicia. En unos metros, una señal en un poste indica la ruta correcta. El peregrino está en a Ronda das Fontiñas, pero sólo por un instante, una señal al otro lado de está vía le indica que hay que cruzar y emprender la ascensión hacia la muralla por la calle Carril das Flores. Al lado mismo un desvaído cartel con el jubilado pelegrín (explicar figura). disipa cualquier duda que pudiera tener un caminante que transita por la orilla izquierda de una plaza sosa, sin gracia ni atractivo, pero bautizada como Praza do Camiño Primitivo.

Toca subir. Es un esfuerzo más para unas piernas que han trabajado mucho en esta etapa. Por suerte la cuesta es breve, «misericordiosa», o así la califica un peregrino inglés. Jalonan la ascensión varios bares y restaurantes. El paisaje urbano no es el más esplendoroso. Pero un poco después de ambos locales, ya se vislumbra la muralla. Antes de llegar al monumento fundamental de Lugo, hay que pasar por un pequeño túnel, algo cochambroso. Un cartel confirma al peregrino que va bien. Otro indica la proximidad del único albergue de peregrinos de Lugo. Y un tercero anuncia la situación de un supermercado a mano izquierda. Curioso, desde el Camino se puede entrar al parking.

La muralla de Lugo / Óscar Cela

La muralla de Lugo / Óscar Cela

Al otro lado de la calle, un mojón «oficial» jalona la puerta de la milenaria muralla que debe cruzar el caminante. Alguien le ha arrancado -como a otros muchos- la placa que indica el punto kilométrico. La porta de San Pedro o Toledana fue erigida por los romanos. Y fue recontruida en el siglo XVIII. Está ubicada en el mismo sitio por el que el rey Alfonso II, el primer peregrino, hizo su entrada cuando viajó por primera vez a Santiago para darle carta de naturaleza al futuro mito jacobeo. Tras cruzar esta puerta, a mano derecha el peregrino puede subir a la muralla y recorrerla. Si sigue recto solo unos metros, en la siguiente bifurcación, a mano derecha, debe tomar la Rúa das Norias, allí está el albergue público, un edificio de bajo y dos plantas presidido por la imagen del Pelegrín. Justo al lado hay un bar, pero ni bares ni servicios de ningún tipo faltarán al peregrino en Lugo, una ciudad conocida por su excelencia gastronómico. El lema turístico más popular de la ciudad es «E para comer, Lugo».

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