Ourense-Cea

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Fotografía de Miguel Villar

Fotografía de Miguel Villar

Etapa sin grandes atractivos monumentales pero que sí atraviesa pequeñas aldeas con ejemplos de arquitectura tradicional, bellos senderos arbolados y un puente de bellísima factura. Los caminantes deberán elegir entre dos variantes, la de Canedo, con una durísima cuesta sobre asfalto, o la de Tamallancos, con subida prolongada pero que recompensa con uno de los mejores empedrados de la Vía de la Plata en Galicia. A pesar de que no se adelanta ningún albergue los pequeños núcleos atravesados sí cuentan con bares y algún servicio para peregrinos. Tras el repecho inicial la parte final de la jornada se suaviza. Quienes deseen alargar la etapa un buen fin alternativo es Oseira, donde junto a su magnífico monasterio se conserva un humilde hospedaje.

La etapa (22 kilómetros)

El puente romano sobre el río Miño, el conocido en Ourense como A Ponte Vella, sirve de inmejorable escenario para arrancar esta etapa con doble vertiente y que pica hacia arriba. Este paso, monumento histórico-artístico nacional, data del siglo I. Su arco central fue el más amplio de todos los puentes de piedra del imperio romano. Sobre estas piedras milenarias, y dejando a mano izquierda el Puente del Milenio, también de bella factura pero de reciente construcción (2001), se avanza hacia la avenida de As Caldas, que discurre de frente. Pasados varios cruces, y menos de 300 metros después del puente (a la altura de un parque), el caminante deberá elegir por cuál de los dos posibles itinerarios cubre el trayecto hasta Cea. Una escultura de Nicanor Carballo con dos flechas destaca ambas variantes. El que sigue de frente discurre por Quintela a través de la cuesta de Canedo en dirección a Amoeiro. Sin embargo, la dureza de este tramo –la pronunciada Costiña do Canedo se eleva exigente por una carretera con tráfico- provocó que muchos peregrinos optasen por el otro sendero alternativo, que discurre por Cudeiro hacia Tamallancos, y que es más fácil para caminar. Las dos opciones cuentan con tramos de considerable belleza.

A favor de la Canedo se hallaría la extensión, un kilómetro más corta, mientras que en la variante de Tamallancos (la recomendada en esta guía) algo a tener en cuenta es su subida, igual de prolongada pero más tendida. Las dos variantes se unen en A Casanova, dos kilómetros antes de la llegada a Cea. Salida de Ourense por la variante de Tamallancos, si se prosigue hacia Tamallancos el caminante gira hacia la derecha e inicia un largo recorrido urbano por la avenida de Santiago, calle con muchos servicios para peregrinos y talleres de reparación, que pueden sacar de un apuro a algún ciclista. Tras cruzar un puente sobre las vías del tren (la antigua estación ferroviaria de Empalme está cerca) el peregrino prosigue su trayectoria por cualquiera de las dos aceras. Sin casi indicativos jacobeos deberá seguir de frente hasta llegar a la estación de servicio Velasco, tras la cual una señal guiará a los caminantes a la derecha hacia la calle Camiño Real. Aún por asfalto la vía continúa durante medio kilómetro por este recorrido que les situará ante un cruce con la N-525 sin paso de peatones. Se sigue entonces de frente y se comienza una subida tendida y sin pausa que llevará a los viajeros a ascender 260 metros de altitud durante los próximos kilómetros.

La cuesta se inicia a partir del Camiño Real de Cudeiro (parroquia del ayuntamiento de Ourense), trayecto con fuertes repechos que desemboca en la Plaza de Soutelo. En este espacio se ubica el propio Pazo de Soutelo, también llamado de Ribadeneira, datado en su mayor parte en el siglo XVIII. En su frontón se reconoce un escudo con las armas de conocidos linajes gallegos. La ciudad de As Burgas comienza a alejarse poco a poco a espaldas de los caminantes. El peregrino se enfrenta a continuación a un nuevo desnivel sobre suelo adoquinado, aunque unos bancos idóneamente situados le servirán de ayuda en la subida. Prosigue itinerario por el Camiño Real Cudeiro Sur y afronta los tramos más empinados de la jornada. Entre bonitas casas de piedra con motivos jacobeos alcanza la Plaza de O Torreiro, donde descansa el bello conjunto formado por la iglesia románica de San Pedro, un cruceiro –con la figura de un peregrino- y la fuente contigua. Antiguo camino empedrado Tras el descanso, se retoma la vía milenaria a través de un cruce con paso de peatones por la OU-150 para continuar de frente.

La travesía enlaza con el Camiño Real Cudeiro Norte y afronta uno de los tramos más bellos de la etapa al discurrir sobre un valioso camino empedrado. La subida es dura pero gratificante. Gira más arriba hacia la derecha, por el Camiño da Costa y, como su propio nombre en gallego indica, pica hacia arriba. Entre curvas de herradura se llega a una fuente con agua sin garantías sanitarias y a las proximidades de la pequeña ermita de San Marcos da Costa. Para llegar a ella habrá que afrontar una subida extra a mano derecha. A pesar de que en lo alto se localiza un cruceiro y un mirador donde antaño se podría apreciar Ourense, en la actualidad unos árboles impiden esta vista, lo que resta atractivos al esfuerzo añadido. Ya de nuevo sobre la vía, la subida se mantiene constante sobre el magnífico empedrado hasta llegar junto a un lavadero-fuente (sin garantías sanitarias) en donde el firme cambia a asfalto. Acto seguido, la subida se mantiene pronunciada con pendientes largas.

El firme cambia de asfalto, sobre el que se avanza a una mayor ritmo, a tierra y gravilla a partir de dos desvíos a la izquierda que evitan el núcleo de Povoadura. En estos tramos, donde también hay baches y en los que, tras fuertes lluvias, puede acumularse el barro, el tránsito se vuelve más incómodo. Mientras a mano izquierda se tiene una gran vista del ya lejano Ourense el terreno suaviza su pendiente y alcanza el núcleo de Sartédigos, en el que el peregrino avanza por casas diseminadas sin servicios. Poco después un cartel anuncia que a 1.300 metros a mano derecha de la vía milenaria se localiza Gustei, con su iglesia de Santiago. Este bello templo románico, del siglo XII, tiene como patrón al apóstol Santiago y conserva numerosos motivos relativos a la peregrinación. Su espadaña románica culmina en una estatua sedente del apóstol.

Además, en el Altar Mayor destaca la existencia de una imagen de Santigo de granito policromado, del siglo XII, con bordón de peregrino, concha y un libro con la leyenda "Sancte Iacobe ora pro nobis". En la puerta de su fachada principal una inscripción recuerda que la iglesia fue refugio sagrado, lo que demuestra el carácter de cobijo que tuvo en la Edad Media. La iglesia presenta una única nave, con ábside rectangular y bóveda de medio cañón. Su cubierta es de madera. Se prolonga la subida Se sobrepasan varios chalés y continúa la subida.El sendero de tierra desemboca, metros después, en una pista asfaltada que se toma hacia la izquierda para dejarla a continuación por la derecha. Un camino guiará a los transeuntes hasta la carretera OU-0526, por la que tan solo se avanzará 60 metros. A esta altura los peregrinos ya alcanzaron los 450 metros de altitud, casi 290 más que desde el arranque a las puertas del río Miño.

Desvío hacia la derecha por un bonito sendero / Fotografía de Santi M. Amil

Desvío hacia la derecha por un bonito sendero / Fotografía de Santi M. Amil

A mano derecha arranca un nuevo sendero arbolado, al inicio del cual se encuentra el desvío que conduce hacia la Fonte do Santo. La leyenda recuerda que en esta fuente, cargada de simbología popular, apareció una imagen de San Benito. Transportada en un carro tirado por bueyes, la marcha se paró cuando los animales se detuvieron en un lugar concreto, perteneciente a Sartédigos. En dicho emplazamiento se levantaría posteriormente la capilla de San Benito. La fuente fue recuperada hace años por la Asociación de Amigos de la Ruta da Prata de Coles. En el cruce que conduce hacia la fuente los peregrinos podrán leer una recreación de un poema dedicado a Ítaca del poeta griego Kavafis, versionado con el tema de la peregrinación. En él se anima a los viajeros a aprovechar el camino, a no consumir plazos y a disfrutar de la experiencia.

Tras la positiva lectura el peregrino prosigue trayectoria por un sendero que puede hallarse embarrado y que da paso a uno posterior que se eleva entre rocas y que, ya por pista asfaltada, alcanza las primeras casas de Outeiro da Forca. Este lugar era un antiguo refugio de ladrones que asaltaban las diligencias y a los peregrinos que pasaban por el camino. Un cartel a su entrada recuerda este pasado y aclara que los caminantes eran enterrados en el barranco que se encuentra en las inmediaciones del pueblo que delimita los ayuntamientos de Coles, Amoeiro y Ourense. El viajero adelanta las casas de este lugar sin servicios, pero con fuente y banco en el camino, y aún en leve ascenso, se adentra en el ayuntamiento de Amoeiro, en el lugar de Vendanova. Continúa por una pista asfaltada y arbolada hasta que desemboca, poco después, en una intersección con la OU-0525. El peregrino se sitúa en el límite entre los ayuntamientos de Amoeiro (izquierda) y Coles (derecha). Seguirá de frente por una pista que pertenece a este último municipio y que adelanta una residencia de la tercera edad (A Carballa). Acto seguido continúa entre árboles y, en un cruce, sigue de frente para enlazar con una pista de tierra con surcos que, más adelante, poco antes del paso de un riachuelo, puede convertirse –tras fuertes lluvias- en un lodazal. Poco después, se adivina a mano derecha la estación de servicio de Tamallancos, muy anunciada a lo largo de la vía, y que cuenta con distintos servicios para peregrinos, como tienda, cafetería y restaurante (con menú del día y bocadillos) o baños con duchas.

Hacia Tamallancos

El itinerario continúa de frente hasta acercarse a unas naves empresariales y a un inmediato cruce con la N-525. Atravesado el asfalto arranca a mano derecha una pista que guía a los peregrinos hasta un lavadero y, acto seguido, hasta el núcleo de Tamallancos, una de las paradas recomendadas de la jornada. En este lugar con servicios para peregrinos (varias fuentes y el café-bar A túa taberna), los viajeros podrán admirar diversos ejemplos de hórreos, bien conservados, y, bajo unos soportales, los distintos aperos de labranza utilizados antaño. El bonito núcleo de casas de piedra, que ya pertenece al ayuntamiento de Vilamarín, ofrece como principales puntos de interés la iglesia de Santa María y un majestuoso pazo barroco. La iglesia, del siglo XVI, fue levantada sobre un anterior templo románico. De esa primitiva época conserva el Agnus Dei que corona su tejado. El pazo de Tamallancos es de mediados del siglo XVIII aunque una parte del conjunto parece anterior, probablemente del siglo XVI. De propiedad privada, no es visitable. El inmueble, con forma sensiblemente cuadrangular, dispone también de dos cuerpos salientes en el lado norte. Su finca principal es de 15.000 metros cuadrados. Cuenta con dos hórreos de estilizada figura. El peregrino deja esta población y se encamina por una pista asfaltada hasta la vecina Bouzas, una pequeña población con una bella fuente en la plaza del pueblo y que recibe a los viajeros con una muestra de la arquitectura tradicional gallega. A mano derecha, y delante de un parque con zona infantil, se localizan unos antiguos pendellos, construcciones tradicionales donde se celebraban las ferias y se exponían a cubierto las mercancías. En la etapa siguiente, en el núcleo de A Gouxa, los peregrinos tendrán la opción de volver a recrearse con un nuevo ejemplo. Se cruza la OU-0528, que atraviesa el pueblo y se deja a mano derecha el Café Terradillos, con estanco.

A continuación se sitúa al pie de la vía la moderna iglesia de Santiago. El trayecto avanza entonces hasta la N-525, que se cruza sin paso de peatones. Prosigue a continuación por un camino que lleva a los peregrinos junto al lavadero del lugar, cuya fuente no tiene garantías sanitarias. Se pasa una casa donde se saluda de forma curiosa a los caminantes (con tres figuras) y se gira a la derecha para proseguir hacia un alto donde descansan varias hórreos en estado ruinoso. A la derecha queda la carretera nacional, pero el Camino vira hacia el sentido inverso y se adentra por una larga pista de cemento en descenso. A su fin el firme cambia bruscamente a tierra para proseguir entre árboles, y de nuevo en ascenso, durante varios metros. Se cruza una carretera local y se torna de nuevo al asfalto para llegar, más de 1,5 kilómetro después de la salida de Bouzas a Sobreira. Este núcleo cuenta con otro buen pazo, el de Sobreira o Rego. Datado en el siglo XVIII cuenta con una capilla dedicada a San José, devoción impuesta en la época de su construcción. Este pazo está aislado, rodeado de prados y en un lugar donde se puede apreciar un palomar. Magnífico Ponte Sobreira El caminante, sin embargo, bordea de forma rápida el núcleo y tras una coger una pista de tierra a mano izquierda prosigue avance –durante un breve tramo por asfalto- hasta las inmediaciones del admirable Ponte Sobreira, joya medieval que separa los ayuntamientos de Vilamarín y Cea y en donde merece la pena hacer una parada.

Este paso sobre el río Barbantiño cuenta con un único arco ligeramente apuntado, con multitud de marcas de cantero. Su origen posiblemente se remonta a los siglos XIII o XIV, según se deduce de una inscripción. Se reconstruyó en el siglo XVIII. Tras cruzar varias casas abandonadas y un hórreo también descuidado se prosigue por tierra, y después por asfalto, hasta la aldea de Faramontaos, lugar sin servicios. Antaño, sin embargo, parece ser que hubo en él un hospedaje para peregrinos. Este núcleo, en fuerte pendiente se forma con casas asentadas sobre rocas y en él se halla la antigua capilla del Priorato de la Abadía Cisterciense de Oseira, con un escudo del siglo XVIII perteneciente al monasterio y con la chimenea de la casa de los monjes. La aldea se abandonará por un camino en ascenso, muy pedregoso y que puede resultar incómodo para unas piernas ya cansadas. Tras esta subida se llega a un mojón jacobeo con un ilusorio cartel (no oficial) que destaca que restan cuatro kilómetros hasta Cea. Queda alguno más por lo que conviene ir con tranquilidad. A partir de este punto arranca un bello tramo arbolado que dejará más de un kilómetro después a los viajeros en las primeras casas de Biduedo. Tras un giro a la derecha y después de adelantar un lavadero el caminante deberá proseguir un tramo por la OU-0456 para acercarse a este núcleo.

La vía tan solo lo bordea pero quienes se adentren en él podrán visitar la capilla de San Pantaleón y un peto de ánimas con un relieve de San Antonio de Padua y el Niño Jesús. En el núcleo, donde también se localiza un pazo con un importante escudo de armas, cobra singular valor su disposición urbanística. En él se concentran tres “lugares acaseirados”, edificaciones destinadas a servir de vivienda para una o más familias que se ocupaban antaño de la gestión de tierras de cultivo. A través de un portalón se accede a un patio central al que dan varias viviendas individuales. Sendero final Pero, como se decía, la vía milenaria tan solo roza el núcleo. Llega a un cruce con la N-525 y la atraviesa para continuar por la acera de la derecha. Adelanta entonces un supermercado con estanco y el bar A Carballiza y ya se desvía hacia la derecha por un nuevo camino. Desde este punto quedan, ahora sí, cuatro kilómetros hasta el fin de etapa. El caminante afronta en primer lugar un sendero de tierra estrecho que avanza en paralelo a la nacional, que se deja a mano izquierda, y que desemboca en una pista que se aleja un poco más del asfalto.

Llegados a un cruce queda a mano derecha el anunciado Pazos Alojamiento Rural, con muchos servicios para caminantes y precios especiales para los que acudan con credencial. A pesar de las desdibujadas flechas amarillas pintadas en el suelo, que pueden llevar a confusión, el peregrino deberá seguir de frente por un trayecto arbolado que, en ligero ascenso, salva un arroyo y cruza posteriormente una carretera local para continuar de nuevo hacia adelante. En un itinerario pedregoso, arbolado y de bella factura se acerca hasta A Casanova, en donde un conjunto de lavadero-fuente con indicaciones jacobeas recibe al caminante y le anima a seguir camino al destacar que tan solo quedan 2 kilómetros para el fin de etapa. En este pueblo el peregrino encontrará el primero de los hornos tradicionales de Cea, la villa del buen pan. El horno de Maruja sirve de antesala a lo que vendrá después. De nuevo por un camino sobre tierra, que serpentea y puede hallarse embarrado, y tras dejar a mano derecha un solitario cruceiro, el viajero cruza más adelante la OU-0405 y ya se acerca a las primeras casas de Cea (cabecera municipal del ayuntamiento de San Cristovo de Cea), a cuyo núcleo tan solo restan 700 metros. Adelanta el apropiado bar Ruta da Prata, deja a mano derecha un colegio, salva por un paso inferior la vía rápida que conduce a la localidad, sube un pequeño repecho, gira a mano izquierda y, a partir de la rúa do Matadoiro, desciende hacia un hórreo cercano a un puente sobre un arroyo.

Poco a poco se adentra por el valioso conjunto etnográfico de Cea con sus casas tradicionales, su hórreo en forma de L y sus hornos de pan. Siguiendo las flechas amarillas, quienes deseen acudir al albergue deberán girar a la izquierda (está bien indicado) mientras que los que prefieran continuar seguirán hasta la Plaza Mayor, con un esbelta torre del reloj. Como broche a la etapa tan solo quedará probar este pan moreno con denominación de origen.

En bici

La larga subida inicial, con un trayecto que durante los primeros ocho kilómetros pica hacia arriba, supondrá un esfuerzo extra para los ciclistas. El trazado, sin embargo, es bueno. Tan solo la salida en cuesta de Faramontaos, muy pedregosa y desigual, puede provocar que se bajen de la bicicleta.

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