Fisterra-Muxía

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La etapa se puede cubrir en ambos sentidos

La etapa se puede cubrir en ambos sentidos

Es, sin duda, una de las etapas más bellas de esta ruta. Con ella se pueden enlazar los dos santuarios meta del recorrido. Esta prolongación costera no cuenta en la historia con un amplio soporte documental ya que a lo largo de los siglos no fueron muchos los peregrinos que se decidieron a cubrir el recorrido. Sin embargo, la pujanza de los últimos años es notable y, así, durante el verano, el tráfico de caminantes es elevado. Además, el itinerario se puede realizar en ambos sentidos, lo que incrementa la demanda. Esta es la razón por la cual la concha de los mojones se posiciona hacia abajo con la intención de no indicar direccionalidad. Con ellos solo remarca que el peregrino continúa por el trayecto correcto.

La jornada es de sencillo tránsito a pesar de que el itinerario entre Lires y el Facho de Lourido, en el que se asciende en 9 kilómetros de los 18 a los 269 metros de altura, puede pasar factura a unas piernas ya castigadas. Quien desee acortar la larga etapa puede hacerlo en Lires, a 14 kilómetros del inicio, en donde, a pesar de no haber albergue, sí se cuentan diversas pensiones y casas de turismo rural. Es importante que los caminantes se acuerdan de sellar en este lugar la credencial. Y, también, que repongan fuerzas en él, ya que a continuación, no encontrarán servicios.

La etapa (28 kilómetros)

Esta guía ha elegido el sentido Fisterra-Muxía para cubrir la etapa costera. Desde el albergue de Fisterra los caminantes deberán retroceder hasta la playa de Langosteira y comenzar en este punto el largo itinerario. Se continúa de inicio por la carretera general hasta el Hotel Arenal, donde una pista asfaltada –bien señalizada con un mojón- ya les desvía hacia la izquierda y les dirige hacia uno de los puntos con mayor simbolismo jacobeo de esta costa, la legendaria ciudad romana de Dugium, que según la tradición se halla sumergida.

Hay documentos del siglo XI donde ya aparece citado este lugar. Además, el Códice Calixtino, la primera guía de peregrinación hacia Santiago, también hace referencia en su libro III a Dugium, y lo relaciona con la tradición jacobea. El célebre manuscrito destaca cómo los discípulos del Apóstol que trajeron sus restos en barca desde Haffa le pidieron a la reina Lupa, dueña de los terrenos donde se levanta actualmente Compostela, que les facilitase un templo donde ellos habían colocado el féretro. Ella les deriva al gobernador romano Filotro, residente en estas tierras costeras, quien sería el que los debería autorizar a poder enterrar su cuerpo en el mencionado lugar. Los discípulos se trasladaron entonces hasta esta localidad de Dugium. Pero el legado, receloso, les encarcela. Sin embargo, y según la leyenda, un ángel los libera de su cautiverio, por lo que logran huir.

En la actualidad desde la playa de Duio aún se pueden ver las ruinas que podrían pertenecer al asentamiento romano o prerromano. No está claro cómo terminó el enclave original bajo las aguas. El lugar se corresponde en la actualidad con San Martiño de Duio, núcleo al que se accede tras seguir la pista asfaltada. Una de las primeras construcciones con las que se encuentra el peregrino es su iglesia parroquial, un templo del siglo XVIII, de sencilla nave rectangular y sacristía adosada. Posee una espadaña con dos campanas y un par de bancos de piedra. La entrada principal está coronada por una imagen de piedra de San Martiño.

Por asfalto, y entre campos de cultivo, el caminante prosigue trazado hasta Escaselas, lugar con varios ejemplos de hórreos, a donde se llega tras poco más de un kilómetro. Tras un giro a la izquierda, enfila entonces hacia Hermedesuxo de Baixo, distanciado aún en 700 metros. Desde este punto parte la conocida Variante de Rostro. Para elegir este itinerario habrá que continuar de frente por la pista que cruza el valle y que enlaza al final con un sendero de tierra que bordea el agreste arenal y que continúa hacia Castrexe y Padrís, donde se fusionaría con el itinerario oficial. Esta variante ahorra dos kilómetros pero discurre siempre por asfalto y la playa solo se adivina entre los pinos.

El trazado oficial continúa por un desvío hacia la derecha que lleva al caminante hasta San Salvador, lugar al que se accede tras superar un cruceiro. El peregrino adelanta un bello enclave rural, el hotel Dugium, y ya abandona la pequeña y cuidada aldea. La vía milenaria avanza entonces sobre firme de tierra. Se adentra en un bosque por un tramo de aproximadamente 2,5 kilómetros que primero pica hacia arriba, desde los 30 a los 110 metros, y, ya en descenso, se aproxima hasta Rial. La ruta está bien indicada y si en algún lugar la falta de orientación de la vieira puede llevar a confusión esta se acompaña de señales blancas y amarillas que marcan el Camino.

La siguiente parada es Buxán, una nueva aldea de la parroquia de Sardiñeiro, aún en el ayuntamiento de Fisterra, donde los caminantes son recibidos con dos hórreos. Tras un giro a la derecha, el peregrino sobrepasa un aserradero, que da paso, a su vez, a un pinar. Avanzados unos metros sobre asfalto se puede admirar, a mano izquierda, una panorámica de la agreste playa de O Rostro, con su espectacular sistema dunar.

Este lugar ha sufrido de forma especial dos de los tres grandes naufragios ocurridos frente a la Costa da Morte. Si en el año 1987 era el tristemente célebre Casón, un mercante de bandera panameña que transportaba 1.100 toneladas de productos químicos, el que terminó encajonado en una de las puntas del arenal, en el 2002 esta playa fue una de las más afectadas por el fuel vertido por el petrolero Prestige. Este buque provocó con su hundimiento una de las mayores catástrofes medioambientales. En O Rostro decenas de voluntarios ayudaron a limpiar el chapapote. Una pista recta, en donde también se localizará un lavadero, conduce al viajero con celeridad hasta Castrexe, lugar con hórreos donde el caminante podrá hacer un alto en Casa Costureiro.

Posible alto en Lires

La ruta se retoma por asfalto para continuar por pistas de concentración y alcanzar, en menos de un kilómetro, Padrís, lugar donde el itinerario oficial se fusiona con la Variante de Rostro. En este punto se vuelve a contemplar la inmensidad del océano Atlántico precedido de un hórreo situado sobre las dunas, en una de las perspectivas más bellas de la etapa. Además, a la salida del núcleo el caminante se adentra por uno de los tramos más agradecidos de la jornada. A lo largo de dos kilómetros la vía discurre por un monte, con tramos de tierra más pedregosos, metros intercalados de asfalto y pistas de mejor firme al final. Se llega entonces a Canosa. Desde este punto se prolonga la bajada hacia Lires. Se pasa de los más de 70 metros a casi nivel del mar.

El descenso se inicia sobre cemento aunque, poco después de adelantar una fuente sin garantías sanitarias, el sendero troca a una pista de tierra, de bella factura, aunque pedregosa y con peligro de embarrarse tras un un periodo de fuertes lluvias. Habrá que estar atentos a los cruces para no despistarse. Tras dejar a mano derecha el río Lires el caminante bordea un bello maizal y se encamina por una auténtica alfombra de hierba que le deja ya en Lires, bello enclave rural y principal sitio con servicios de la jornada, lo que hará que muchos repongan fuerzas en el lugar. 

La entrada se hace por asfalto, dejando a mano izquierda una plaza con mesas al aire libre y una fuente. Tras reposar delante de unos paneles que repasan la tradición jacobea, el caminante se sitúa delante de la pequeña iglesia de San Estevo de Lires, afeada por los cables que la rodean. El templo, de principios del siglo XVII, sustituyó a uno anterior, probablemente medieval y que se hallaba más cercano a la vera de la ría. El cruceiro de la iglesia se halla en el medio del núcleo.

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Como curiosidad destacar que la ría de Lires, en la que hibernan distintas aves, es una de las más pequeñas de Galicia. El peregrino serpentea por las calles de la población y adelanta varios de los establecimientos hosteleros del núcleo –es importante sellar en ellos la credencial si el peregrino quiere dormir en Muxía-. Lires se abandona entre hórreos, en ascenso y después de dejar a mano derecha otra área con mesas al aire libre. La vía desemboca acto seguido en una calzada por la que salva el río Castro. Al otro margen el peregrino ya se sitúa en el término municipal de Muxía. Comienza entonces una subida que alterna tramos de tierra y asfalto y por la que se llega primero a Baosilveiro y, a continuación, a Frixe, dos enclaves que tan solo se rozan. En este último los peregrinos podrán desviarse para visitar una notable iglesia de origen románico, Santa Leocadia de Frixe.

El Camino pica siempre hacia arriba a partir de una pista que atraviesa un pinar y que tan solo se deja brevemente para atravesar una carretera y regresar al mismo firme. De esta forma se llega a Guisamonde, pequeña población desde donde la subida continúa sobre asfalto durante casi dos kilómetros. Por esta carretera local se alcanza el siguiente núcleo, Morquintián, situado a más de 150 metros de altitud. Para tener una referencia habrá que saber que Lires se situaba a tan solo 18. En este núcleo a los caminantes les recibe un hórreo y un posterior cruceiro con pousadoiro (mesa de piedra que era parada obligatoria en los entierros; sobre ella se depositaba el féretro camino del cementerio mientras el cura rezaba un responso) y fuente contigua. La vía no se acerca, eso sí, a la bella iglesia del lugar, de fachada y nave románica, y que también cuenta con fuente y lavadero.

Confusa señalización

El peregrino se despide de Morquintián y tras otro kilómetro de trazado se sitúa ante el punto más problemático de la jornada debido a su errónea señalización. En un cruce, un mojón oficial invita a continuar recorrido hacia la izquierda –aunque es cierto que una cruz situada en el suelo desanima a no continuar por este sentido–, por una variante que, a continuación, no dispone de señalización. Por ello, se recomienda a los caminantes continuar itinerario hacia la derecha (hay flechas amarillas sobre el asfalto), por una alternativa que, además, acorta la jornada en dos kilómetros.

De todas formas, si se sigue hacia la izquierda, el trayecto que habrá que seguir es el siguiente. Primero se gira a la derecha por una pista de tierra clara que avanza sin señalización y desemboca posteriormente en el asfalto. A continuación se deberá seguir hacia la derecha en dirección al cartel que sitúa al peregrino en Martineto. Por asfalto y, en descenso, se avanza hasta Figueroa, población donde se pierden las indicaciones. Habrá que continuar hasta dos casas contiguas (la de la derecha es la número 3) para proseguir por el camino que separa a ambas. En una piedra hay una flecha roja. Este pequeño hueco desemboca en una pista de tierra donde se suceden nuevas señales de ese mismo color.

A continuación el peregrino se enfrenta a dos cruces. El primero se toma a la izquierda. Si el segundo también se toma hacia ese sentido desembocará en la carretera que conduce hacia la playa de Muxía, en un descenso desde el que se disfruta de bellas vistas. Pero si se continúa hacia la derecha, la travesía termina enlazando con el otro itinerario, con el que arranca desde el punto problemático hacia la derecha y avanza por el Facho de Lourido. Si no se pierden de vista las flechas rojas la travesía converge en un mojón, justo antes del último descenso a Xurarantes.

A continuación, ya se continúa de forma conjunta hasta Muxía. Si desde el cruce posterior a Morquintián se prosigue hacia la derecha la travesía se inicia por asfalto aunque a poco más de 300 metros ya se desvía hacia la izquierda por un sendero ancho, y duro de caminar, que asciende hasta las inmediaciones del Facho de Lourido, el punto más alto de la etapa, a 269 metros de altitud. Su nombre hace referencia a las antiguas hogueras o antorchas que se encendían en las cumbres de la costa para orientar a la navegación. Desde este alto se tienen unas maravillosas vistas de un tramo de costa que se extiende desde Cabo Vilán, al norte, al Cabo Touriñán, al oeste. También se divisan localidades como Camariñas o la propia Muxía, hacia donde se encamina el peregrino.

Descenso hacia Muxía

Un sendero ancho se dirige en descenso hacia Xurarantes, en un trayecto bien indicado con mojones y de cierta comodidad, a pesar de que algunos tramos finales resulten más dificultosos, al contar con más piedras y surcos. Se continúa en bajada hasta el mencionado enclave cuyo nombre, según los ancianos del lugar, puede guardar vinculación con sus calles, antaño embarradas, lo que obligaba, antes de acceder al núcleo, a xurar (jurar) antes.

Tras un breve recorrido por esta población, que cuenta con singulares muestras de arquitectura rural y notables hórreos, se continúa camino hacia la conocida como Fonte do Bico. La vía prosigue sobre asfalto hasta que unas flechas la desvían, poco después, hacia un sendero que se dirige hacia la hermosa playa de Lourido. La senda desemboca de nuevo en el asfalto, en la carretera DP-5201, en un punto desde donde aún restan dos kilómetros hasta el centro de Muxía. El peregrino inicia el tramo final con el bello arenal a la izquierda, por lo que más de uno no se resistirá a desviarse y darse un baño. Se deja a continuación el campo de fútbol a mano izquierda y se accede a la propia localidad muxiana a partir de un largo recorrido por la avenida Doctor Toba.

Para localizar el albergue habrá que estar atentos a las señales puestas en las casas, que desvían el itinerario hacia la derecha por las rúas Campo das Pinas, Os Malatos y Enfesto, donde se ubica el alojamiento. Hacia el Santuario da Barca Pero a la etapa aún le falta la guinda final. El peregrino deberá recorrer el litoral hasta llegar hasta la explanada del puerto. Una señal conduce al caminante hacia la izquierda, en dirección a la oficina de turismo y al punto de información al peregrino, donde el viajero podrá recoger la Muxiana, documento que acredita haber cubierto el trazado desde Santiago hasta esta localidad. El itinerario prosigue entonces hacia la izquierda y se adentra por una calzada peatonal hacia la inmediata iglesia de Santa María, hermoso y pequeño templo situado sobre unas rocas al amparo del Monte Corpiño. Con orígenes en el siglo XIII y trazos góticos y del románico de transición, dispone de un campanario situado fuera del templo. Desde su interior se accede a la capilla del Rosario, de finales del siglo XIV y estilo gótico.

La vista de la villa se afea desde este punto debido a la altura de dos inmuebles levantados enfrente. Por la misma senda, o bien por la carretera que bordea el litoral y que permite a los caminantes contemplar los secaderos tradicionales de congrio, el peregrino se aproxima al hito final del recorrido, el Santuario da Barca, un auténtico monumento de piedra abierto al mar y que, junto a Fisterra, se ha convertido en la otra meta desde la que los peregrinos ansían ver caer el día y disfrutar sobre las rocas del atardecer. El templo se ha visto, sin embargo, asolado durante la Navidad del 2013 por un incendio provocado por un rayo, que destruyó la cubierta y el interior del magnífico santuario. El origen del majestuoso templo, que se asoma sobre el mar, se pierde en los siglos.

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Se cree que una inicial iglesia debió existir en el lugar en el siglo XI aunque las primeras referencias a la actual basílica se remontan al siglo XVI. De planta de cruz latina, su estilo es barroco. En el santuario mariano un punto de referencia eran sus retablos. El terrible fuego del 2013 destrozó la principal joya escultórica del santuario, el retablo barroco del altar mayor, del año 1717. La casa rectoral que hay junto a la iglesia y el campanario independiente datan del siglo XIX. Desde la Edad Media este lugar se convirtió en destino emblemático para muchos de los peregrinos que llegados a Santiago proseguían rumbo hacia el considerado «fin de la tierra». Su significación jacobea se remonta también a esos siglos, cuando se extendió la creencia de que la Virgen María había acudido al lugar en una barca de piedra para dar ánimos al Apóstol Santiago en su predicación por el noroeste de la Península, un hecho que vincula al santuario con la Virgen del Pilar de Zaragoza.

En septiembre este lugar acoge la romería de A Barca, una de las más famosas y multitudinarias de Galicia. Hasta este rincón costero acuden fieles deseosos de adorar a la Virgen y comprobar las virtudes que se le atribuyen a las piedras del lugar, como curaciones milagrosas y deseos realizados. Enfrente del templo, se conservan varias piedras simbólicas, situadas en medio de un roquedal batido por las olas. Entre ellas la más conocida es la piedra de Abalar, que para la tradición cristiana es la barca en la que la llegó la Virgen a Muxía. Sus prodigios se relacionan con la fertilidad. Cerca de ella se sitúa A Vela, también conocida como Pedra dos Cadrís, que sería la vela petrificada de la divina embarcación. Los fieles deben pasar nueve veces bajo su superficie para curar lumbalgias. Próxima también está O Timón, la tercera pieza conservada en piedra de la lancha de la Virgen. Garantiza la fertilidad a las mujeres.

En bici

La etapa se puede cubrir a dos ruedas. El firme no reviste dificultad aunque los 9 kilómetros de subida hasta el Facho de Lourido pueden obligar a alguno a bajarse de la bicicleta.

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