Foncebadón-Ponferrada

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Tras El Acebo se endurece la bajada

Tras El Acebo se endurece la bajada

La incipiente subida con la que finalizó la anterior etapa se mantiene firme en el inicio de esta dura jornada en la que los caminantes llegarán a uno de los techos del Camino Francés. La cruz de Ferro, con toda su simbología, los espera y los incita a continuar con esa legendaria costumbre de depositar una piedra en su base para lograr protección durante el itinerario. Tras coronar el monte Irago y admirar el cambio drástico de paisaje, desde las extensas llanuras de la meseta a estos montes de copiosa vegetación, se inicia un riguroso, abrupto y empinado descenso, en algunos tramos de vértigo, que se prolonga durante casi 15 kilómetros por la vertiente berciana de los montes de León y que pone a prueba la resistencia muscular de los romeros.

Los bellos pueblos intermedios, de los que algunos tan solo se mantienen con vida gracias al Camino, ofrecen la infraestructura necesaria para atender a los peregrinos. El encantador núcleo de Molinaseca puede, incluso, ser idóneo como fin de etapa para aquellos romeros que escapen de los centros urbanos. El último tramo de la jornada se hará a partir de un falso llano que conduce a los viajeros casi en un paseo hasta Ponferrada.

La etapa Foncebadón - Ponferrada(27,9 kilómetros)

Esta bella etapa de montaña, de cierta dureza, arranca en Foncebadón (234 kilómetros a Santiago), ese pueblo que comenzó a quedar deshabitado en la década de los 60 y que tan solo experimentó un cierto resurgir con el reciente éxito de la ruta jacobea. De hecho, la partida se hace a través de lo que queda del empedrado de su calle Real, donde se ubican los tres albergues actuales y su iglesia parroquial, dedicada a santa María Magdalena.

El caminante deja a mano izquierda las ruinas de un santuario y continúa por un sendero pedregoso que discurre hacia la izquierda por la ladera de una sierra. Poco a poco, y casi sin darse cuenta, gana altitud hasta entroncar, cerca de un kilómetro después, con la LE-142, la carretera que sirve de vía principal a los ciclistas desde su salida de Foncebadón.  Los caminantes cruzan el asfalto y continúan sendero, por un falso llano y rodeados de brezos, hasta la cruz de Ferro (25,6 kilómetros a Ponferrada), uno de los lugares más emblemáticos de la ruta jacobea.

La Cruz de Ferro, el techo del Camino

Situado a 1.504 metros de altitud, se trata posiblemente del monumento más sencillo y sentido de toda la vía, formado por un poste de madera de unos cinco metros de alto coronado por una cruz de hierro, réplica (de 1976) de la original conservada en el Museo de los Caminos de Astorga. El monumento pudo haber sido colocado en el lugar por el eremita de origen francés Gaucelmo, contemporáneo de personalidades tan relacionadas con la vía como santo Domingo de la Calzada, san Juan de Ortega o san Lesmes de Burgos. Gaucelmo dedicó su vida a ayudar a los peregrinos a franquear el difícil paso por el alto de Foncebadón y posiblemente levantó esta cruz para señalar el camino cuando las nieves del invierno lo ocultan a la vista de los caminantes.

La cruz se alza en un lugar donde los romanos habían ubicado un altar al dios Mercurio, protector de los caminos. El enclave es conocido por la antigua costumbre de los segadores gallegos, de los arrieros castellanos y de todos los romeros de lanzar una piedra (traída, en ocasiones, de su lugar de origen) a su base para lograr protección durante el difícil itinerario. Así, la cruz se halla sostenida por decenas de piedras acumuladas durante siglos. Muchos peregrinos actuales tampoco se privan de secundar la costumbre. El Centro Gallego de Ponferrada levantó en 1982 detrás de la cruz una capilla dedicada a Santiago. También en el lugar se puede contemplar el conocido como reloj analemático (un tipo de reloj solar) del Peregrino, inaugurado en el 2007, cuyas instrucciones para saber cómo leer la hora se hallan en castellano, inglés, francés y alemán.

Esta parada inexcusable sirve también a los peregrinos como auténtico mirador del itinerario ya recorrido y de lo que se avecina. Como punto de referencia destaca el monte Teleno, con sus más de 2.100 metros de altura, dominador de una sierra que el caminante ya abandona. El cambio del paisaje tras esta subida al monte Irago es espectacular. Hace poco más de 20 kilómetros el peregrino aún enfilaba la extensa meseta castellana. Albergue templario de Manjarín El caminante prosigue por un sendero paralelo a la LE-142, de buen firme y por el que se inicia un imperceptible descenso.

Tras sobrepasar otra sencilla cruz, el camino se estrecha y se aleja un poco más del asfalto en un avance que transcurre sin mayores incidencias. El sendero desemboca en el asfalto justo a la entrada de Manjarín (23,2 kilómetros a Ponferrada), minúsculo y abandonado enclave de montaña que contaba antaño con un hospital para peregrinos y en donde se localiza en la actualidad uno de los albergues más peculiares y conocidos de la ruta francesa.

Tras decir adiós al refugio, los romeros prosiguen durante un pequeño tramo por asfalto y, acto seguido, continúan por un sendero paralelo que discurre por su margen izquierdo. Metros después este se estrecha y enfila un descenso y posterior repecho sobre una vía con curvas alejada de la carretera y en la que, en ocasiones, los romeros hallarán junto a un banco un tenderete con botellines de agua donde dejar un donativo.

Arranca el duro descenso

Tras llegar de nuevo a la altura del asfalto, y siempre con prodigiosas vistas sobre los montes de El Bierzo, los peregrinos enfilan una pista en dirección a una base militar abandonada, cuyas antenas servirán como punto de referencia. Tras coronar el monte Irago con sus 1.515 metros de altitud, techo del Camino Francés (salvo para aquellos peregrinos que inicien su recorrido en Somport, cuya cima alcanza los 1.630 metros de altura), los romeros inician, a través de sendas pedregosas con considerables bloques de piedras y estrechos pasos, un descenso de vértigo con el que, eso sí, logran atajar la distancia kilométrica hasta el siguiente alto. Los ciclistas menos preparados deben abstenerse de seguir esta ví,a ya que en sus fuertes pendientes se ha contabilizado más de un accidente.

La vía se aproxima a El Acebo (16,2 kilómetros a Ponferrada), primero de los pueblos de la comarca de El Bierzo en la ruta. A su entrada, un crucero y la ermita de San Roque parecen saludar al viajero, que podrá saciar su sed en la conocida fuente de la Trucha. El pasado jacobeo de este enclave, de histórico servicio a los caminantes, hizo a sus vecinos merecedores de ciertos privilegios. Hay investigadores que avalan que sus habitantes estaban exentos de pagar tributos a cambio de colocar 800 estacas que marcasen la ruta y ayudasen a los romeros a no perderse. Antaño hubo en el lugar un hospital para peregrinos, hoy desaparecido.

El encantador enclave de montaña, donde ya predominan los tejados de pizarra y los balcones de madera, se extiende a lo largo de su calle-camino con abundante oferta para caminantes (un albergue de grandes dimensiones de reciente construcción aumentará de forma destacada las plazas disponibles). Tras descender por ella, y dejar a mano izquierda la ermita de San Miguel, en cuyo interior se guarda una escultura en piedra policromada asignada a Santiago y que porta una túnica decorada con flores de lis, se llega a otro de los lugares más fotografiados. Se trata del sencillo monumento a Heinrich Krause, consistente en una bicicleta entrelazada con un bordón y calabaza, erigido sobre un pedestal de piedra en 1988 y con el que se recuerda a un ciclista alemán fallecido en estas tierras mientras peregrinaba a Santiago.

A la salida del enclave se deja a mano izquierda el desvío que conduce a Compludo y a su famosa herrería, excelentemente restaurada y monumento nacional desde 1968. Los ciclistas o los caminantes poco exigidos que se quieran acercar hasta ella deberán recorrer cinco sinuosos y pendientes kilómetros y proseguir después unos minutos por un sendero a la vera de un arroyo. Pero la vía jacobea sigue de frente por asfalto ayudada en ocasiones por un estrechísimo sendero paralelo que discurre por su margen izquierdo. Se desciende de forma veloz hasta una gran curva que describe la carretera y desde donde parte un desvío hacia la izquierda que llevará a los caminantes hasta el siguiente alto.

En la carretera ya se indica a los ciclistas que deben continuar por la LE-142 ante las incomodidades de proseguir por este sendero de piedra y tierra que deja a los romeros, tras una estrecha entrada, en la calle Real que atraviesa Riego de Ambrós (12,4 kilómetros a Ponferrada). El trazado, que se guía por el alargado pueblo a partir de las señales amarillas ubicadas en las casas, pasa junto a la plaza de San Sebastián, donde se localiza la propia ermita de San Sebastián, el albergue y una fuente, y continúa por la calle Camino de Santiago. Es aquí, y a partir de un brusco cambio de firme, donde un sendero sombrío despide al peregrino del enclave y le adentra en un ameno y bello descenso en el que las lajas de pizarra y algunas rocas de considerables dimensiones pueden complicar el tránsito a algún caminante.

Hay que tener en cuenta que tras una época de fuertes lluvias este itinerario puede resultar muy resbaladizo. La vía lleva al romero al entorno del pequeño arroyo Prado, donde el trazado puede hallarse enfangado, para continuar, ya a partir de una pista de tierra de buen firme y entre abundante vegetación, hasta un bello bosque de castaños centenarios que simula un mirador sobre los montes de alrededor. Con el ruido de la carretera por la derecha, y guiado por señales que se marcan en las rocas, el romero llega a una intersección con la LE-142.

Se adentra, ya por el margen derecho de la calzada, por otra pista de tierra que progresa en paralelo a las líneas de alta tensión hasta que llega hasta uno de sus postes y elige el camino de la izquierda. La bajada se torna de nuevo complicada y tortuosa, con zonas de lajas sueltas que dificultan el caminar. A lo lejos, para su consuelo, ya se empieza a vislumbrar Ponferrada. El peregrino ha descendido desde lo más elevado de los emblemáticos montes de León y accede al valle del Bierzo, por donde continúa en llano tras una fuerte bajada y tras el paso de un pequeño arroyo.

A partir de un camino que discurre por el borde de un barranco, y después de trazar varias curvas y entre el intenso aroma de la jara, también se comienzan a distinguir los tejados de Molinaseca y, allá en el fondo, la LE-142, por donde prosiguen los ciclistas. Tras otra fuerte bajada, se deja a mano izquierda un desvío que conduce a la carretera pero que el peregrino evita para proseguir de frente por un sendero indicado en el suelo con una flecha formada con piedras. Se pasa una cruz y, acto seguido, sí se desemboca en el asfalto.

Ya por la acera, el caminante se deja llevar por la pendiente hasta la inmediata entrada a Molinaseca (7,7 kilómetros a Ponferrada), encantadora localidad conocida como oasis en el Camino. En su inicial santuario de las Angustias, las puertas han tenido que ser protegidas con chapas de hierro porque en tiempos pasados devotos y peregrinos las llevaban en pequeñas astillas como reliquia. La vía salva el río Meruelo a través del bello y medieval puente de los Peregrinos, que mete de lleno a los romeros en la calle Real, con sus casas blasonadas de escudos y flores. En esta vía, convertida en arteria principal de la localidad, los caminantes hallarán todo tipo de servicios.

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Llegada a Ponferrada

La ruta se despide de esta villa que sumó en la Edad Media varios hospitales y acogió a pobladores francos y judíos a través de las anchas calles Manuel Fraga Iribarne y Pisón. Tras sobrepasar en un prolongado avance rectilíneo sucesivos establecimientos hosteleros y albergues, se baja junto a una pista de tenis para enlazar con una vía que prosigue por la parte trasera de unas casas y de una fábrica de embutidos. Tras cambiar a senda de tierra, se regresa poco después a la LE-142 para tomar hacia la izquierda un desvío que entronca con un sendero de gravilla y ciertos socavones. En un cruce posterior se vuelve a optar por la izquierda para proseguir en descenso y entre curvas hacia Campo (3,6 kilómetros a Ponferrada). En una de ellas se levantó una cruz en recuerdo de un peregrino fallecido en el 2005. Tras otro suave repecho se baja hasta esta localidad, antesala de Ponferrada y en donde existieron algunas hospederías hasta la primera mitad del siglo XX.

En la actualidad el romero puede comer en alguno de los mesones del lugar y visitar tanto una fuente subterránea de origen romano (para llegar a ella habrá que desviarse de la ruta hacia la derecha) como la iglesia parroquial de San Blas, del siglo XVII y localizada en un altozano. Ya por asfalto, y bien indicado, el caminante prosigue por la vega del río Boeza y sobrepasa nuevos establecimientos o una escuela de automodelismo. La entrada a Ponferrada es de una belleza superior al acceso a otras ciudades de renombre. Tras cruzar varios barrios y llegar al propio término municipal, se cruza el río Boeza y ya se llega al entorno del albergue parroquial.

Foncebadón - Ponferrada en bici

Los peregrinos de pedal deben extremar las precauciones en este tramo de la ruta que ya ha sido escenario de varios accidentes mortales de ciclistas. Un monumento a la salida de El Acebo lo recuerda. Para aquellos menos expertos se recomienda realizar toda la etapa, hasta Molinaseca, por la carretera LE-142, y tener cuidado si el firme se haya mojado.

Los itinerarios más inaccesibles para los bicigrinos son los que enlazan Manjarín con El Acebo ante la bajada de vértigo señalizada, la pista que conduce a Riego de Ambrós (señales en el asfalto ya indican el camino a seguir para los ciclistas) y la bajada desde este enclave a Molinaseca. Desde esta localidad sí se podrán guiar por la señalización oficial hasta Ponferrada.

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