Mos-Pontevedra

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Ponte Sampaio / Fotografía de Xoán Carlos Gil

Ponte Sampaio / Fotografía de Xoán Carlos Gil

Los peregrinos afrontan una etapa rompepiernas, con un inicio exigente y un pronunciado descenso hasta Redondela. Tras degustar las sensacionales ostras de Arcade, deberán superar una tachuela hasta Pontevedra, parada obligada.A pesar de que esta ruta transcurre muy cercana al Atlántico, el océano solo se divisa desde algunos puntos elevados. De nuevo, combinación entre asfalto, mayoritario, y monte.

La etapa

Es probable que a más de uno se le atragante el desayuno en este violento comienzo de etapa. La salida del albergue de Mos es una dura rampa de más de medio kilómetro que no ofrece tregua.

En lo alto, el peregrino debe tomar a la derecha. Siguiendo la carretera local pasará por delante del cruceiro dos Cabaleiros (1733), coronado con el Santísimo Cristo de la Victoria. Circulan varias leyendas alrededor de la aparición de esta imagen, hoy guardada en la colegiata de Santa María, en pleno casco viejo de Vigo. Las que gozan de mayor aceptación son similares y están vinculadas al mar. Unos pescadores vigueses la rescataron de las aguas del Atlántico para devolverla a tierra. La imagen es una de las más populares en Vigo, y cada año congrega a miles de fieles a su alrededor. Su reproducción en este antiguo y curioso crucero está custodiada por dos farolillos, uno a cada lado.

Un poco más adelante aparece la primera de las muchas opciones de bares que se encuentran cercanos a la ruta jacobea durante la jornada. En esta etapa entre Mos y Pontevedra también abundan los furanchos o loureiros, tan populares en las Rías Baixas. Un furancho es un híbrido entre una vivienda particular y un bar. Surgieron con la idea de colocar los excedentes de la autoproducción de vino albariño, pero poco a poco se fueron transformando en bares de vinos y raciones. Durante tiempo funcionaron al margen de la ley. También se les conoce como Loureiros, porque solían anunciarse con una hija de este árbol. Desde hace unos años su actividad está regulada.

Capilla de Santiaguiño de Antas

Capilla de Santiaguiño de Antas

Tras coger un desvío a la izquierda y recorrer un tramo rodeado de árboles, el peregrino regresa a la carretera local, que volverá a abandonar en un estrecho y empinado atajo sobre tierra. De nuevo sobre asfalto se divisa la capilla de Santiaguiño de Antas. Este pequeño templo está rodeado de un gran campo de fiesta, que cada 25 de julio acoge una espectacular romería.

La capilla, reformada a principios de siglo, luce varios motivos jacobeos, como el Apóstol a lomos de su caballo en la fachada, o las tradicionales conchas, talladas en la puerta. Siguiendo de frente, el peregrino se adentra de nuevo en una pista de tierra, aunque en esta ocasión en descenso. Un miliario resiste al paso de los años. Los miliarios servían para marcar distancias en las antiguas vías romanas. El descenso se acentúa (ojo las bicicletas). Es largo y pronunciado y el firme puede jugar una mala pasada. La ruta vuelve a desembocar en la N-550, plagada de comercios, mediante la cual el peregrino accede a Redondela.

El caminante se despide de esta localidad, conocida como villa de los viaductos, en paralelo a la carretera nacional y a la vía del tren, por delante de la capilla de Santa Mariña y del campo de fútbol de la localidad. Afronta un breve pero exigente ascenso en la rúa Torre de Calle, pero las vistas desde lo alto de la Ría de Vigo son una buena recompensa.

El Camino se desvía por el suelo adoquinado que nace a mano izquierda para caracolear entre monte y pistas locales hasta volver a confluir con la N-550, en un peligroso cruce, sin paso de peatones y fatal visibilidad.Una vez a salvo, ya al otro lado de la vía, el peregrino se acerca por carreteras locales a uno de los escollos más duros de la etapa. Es una infernal rampa.Unos metros antes de coronar, el peregrino debe seguir la pista de tierra que nace a mano izquierda. El terreno continúa picando hacia arriba, aunque de forma más suave. Llegará un momento en el que el romero disfrutará de unas excepcionales vistas de la ría de Vigo.

Descenso a través del Camiño das sete fontes (camino de las siete fuentes) hasta reencontrarse con la N-550, que no sin peligro, acompañará al peregrino hasta Arcade, aunque afortunadamente, justo antes de acceder al núcleo, la ruta callejea. A través de la calle Roxelio Landeiro el peregrino llega hasta el puente sobre el río Verdugo; en la otra orilla, el encanto de Ponte Sampaio (ayuntamiento de Pontevedra).

Arcade

Arcade

Los días 7 y 8 de junio de 1809 Ponte Sampaio acogió la última batalla en Galicia de la Guerra de la Independencia. El ejército español, bien apoyado por la brava milicia gallega, se impuso a las tropas francesas comandadas por el mariscal Ney. "Cuando cruces Ponte Sampaio detente y escucha el espíritu de los gloriosos labriegos, que lucharon por la independencia de la Patria". En este pueblo cargado de épica conviene abrir bien los ojos. El Camino está indicado, pero la estrechez de las callejuelas por las que atraviesa pueden confundir a los peregrinos.

Tras un buen tramo de toboganes, descenso hasta una pasarela metálica que sustituyó a un paso medieval. El romero vuelve a pisar las huellas de los romanos y su vía XIX entre Astorga y Braga. Sin duda, esta calzada es uno de los tramos más bellos del Camino Portugués, aunque los ciclistas puede que no opinen lo mismo. A esta zona se le conoce como Brea Vella da Canicouva.Combinación entre tramos de piedra y de tierra hasta volver a pisar sobre asfalto, que conduce a los romeros hasta Figueirido.

La capilla de Santa Marta (1617) da paso a un cruce con la EP-0002, que se debe seguir a mano izquierda. A través del arcén de esta carretera, tras pasar los lugares de O Pobo y Marco, se accede al núcleo urbano de Pontevedra. 

En bici

El tramo desde Mos hasta Santiaguiño es muy empinado, aunque se disfruta de un pequeño descanso entre medias. Otros puntos complicados de la etapa son la salida desde Redondela y su infernal Calle de Torre, y una pared al rato de entrar en Cesantes.

En Brea Vella da Canicouva no quedará más remedio que empujar la bicicleta durante algo más de un kilómetro, aunque siempre queda la opción (desaconsejada) de continuar hasta Pontevedra por carretera. Revisar bien los frenos de la bicicleta. El descenso hasta Redondela es peliagudo. Mucha precaución en los cruces de la N-550.

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