En Logroño contamos con todo tipo de destinos que llaman la atención de los peregrinos. No solo de aquellos que realizan su ruta por el Camino Francés, sino incluso quienes se aventuran a comenzar esta desde Logroño. En su travesía, pueden descubrir destinos únicos como la Iglesia Imperial de Santa María de Palacio. Sin embargo, muchas de las miradas no pueden evitar detenerse en el Puente de Hierro, el de mayor longitud de Logroño así como el más antiguo.
La historia de este puente puede resultar un tanto trágica. Esto se debe a que, en el año 1880, existía un puente de piedra que cruzaba el Ebro. Un día, este estaba inutilizado por una gran riada, por lo que resultaba preciso utilizar una gran barcaza para poder cruzar el río. Sin embargo, ese 1 de septiembre sucedió una gran tragedia y es que, al tratar de cruzar el río, dos batallones del Regimiento de Infantería perdieron la vida cuando la barca cedió, falleciendo así 90 militares.
Devastados por los sucesos, fue el Alcalde de Logroño quien pidió al Gobierno la construcción de un nuevo puente de piedra ya que, ante lo sucedido, las barcazas habían demostrado no ser la solución adecuada. Ante lo sucedido, el presidente del Gobierno en aquel instante mandó construir, en primera instancia, un puente provisional de madera al tiempo que encargaba la redacción de los proyectos para, de ese modo, poder construir un nuevo puente en Logroño, uno con el que poder garantizar el acceso seguro a la ciudad.
Fue el ingeniero Fermín Manso de Zúñiga el encargado de diseñar este puente. Este propuso una estructura de hierro formado por 11 vanos de 30 m de luz cada uno y que estos estuvieran apoyados en estribos de sillería así como en 10 pilas formadas por 2 columnas. Así fue como nació el puente de hierro, el cual está formado por dos vigas laterales en celosía, con tablero a media altura y celosía de rigidización en la mitad inferior.
El presupuesto para realizar este puente fue de casi un millón de pesetas en su día y fue un ejemplo único de ingeniería civil, muy avanzada para aquel momento. Durante décadas se trató de la entrada principal a la ciudad así como la conexión con la vía férrea. Es por ello que se presenta como uno de esos destinos únicos que ningún peregrino debería perderse.
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