Melide-Arzúa

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Peregrinos a la salida de Leboreiro / Fotografía de Xosé Castro

Peregrinos a la salida de Leboreiro / Fotografía de Xosé Castro

La salida de Melide consiste en un descenso de un estrecho sendero de tierra que conduce hasta la carretera nacional. Al otro lado de la vía se aprecia un desvío repleto de indicadores hacia la CP-4603. 300 metros más adelante hay que coger a mano derecha hacia Santa María de Melide, pequeña e histórica aldea a los pies del Camino.

La etapa

Santa María de Melide, con su firme de la zona noble enlosado, cuenta con una fabulosa iglesia del románico en la que destacan sus dos espectaculares fachadas y las pinturas murales de su interior, estas últimas fechadas en el siglo XV. Los amantes de la arquitectura se sorprenderán con los detalles que afloran en el templo.

Tras atravesar el riachuelo de San Lázaro, ya sobre una pista a medio asfaltar, se deja a mano derecha un lavadero y se sigue caminando por un firme bastante irregular hasta Carballal. Más adelante, ya sobre un sendero más salvaje protegido por una combinación de árboles autóctonos combinados con pinos y eucaliptos, se salva el río Raído a través de una pasarela de granito por la que los peregrinos deberán desfilar de a uno.

El Camino vuelve a tocar la carretera durante un pequeño tramo para volver a desviarse hasta la llegada a Parabispo, primera localidad del concello de Arzúa. El terreno pica hacia arriba hasta el lugar de A Peroxa, que forma parte de la parroquia de Boente. Boente (9,4 kilómetros a Arzúa) es una aldea partida en dos (Boente da Riba y Boente da Baixo) por la carretera nacional. La pista que atraviesa Boente da Riba conduce hasta un cruceiro y la fuente de la Saleta, ya a orillas de la carretera.

Ribadiso, cerca de Arzúa

En el Camino se siguen intercalando pronunciados descensos con violentos ascensos al atravesar Brea, cuyo riachuelo está contaminado por unos gigantescos cilindros metálicos en pleno proceso de oxidación. Se sigue subiendo hasta llegar a un falso llano asfaltado. Un poco más adelante, tras coger un señalado desvío a la izquierda, se accede a Castañeda. En este lugar se encontraba un horno de cal en el que los romeros depositaban las piedras con las que venían cargando desde Triacastela, contribuyendo así a la construcción de la catedral de Santiago.

Ribadiso

Ribadiso

De nuevo hacia arriba, el peregrino cruza la carretera sobre un puente y, tras llegar a un pequeño tramo empedrado, se comienza un descenso hacia Ribadiso (3,4 kilómetros a Arzúa), otro de los enclaves mágicos en la jornada, y su albergue, un lugar ideal para hacer noche. La despedida de Ribadiso es doblemente dolorosa. En primer lugar, se abandona uno de los núcleos más mágicos de la ruta. En segundo lugar, las piernas sufren con la infernal rampa hasta la N-547, la cual se atraviesa dando un pequeño rodeo a contrasentido de los coches que se dirigen a Arzúa.

Al atravesar un núcleo de casas, la ruta jacobea transcurre paralela a la carretera nacional. En el otro lado de la misma se encuentra una completa estación de servicio en la que el peregrino que llegue justo de gasolina podrá repostar antes de la llegada a Arzúa, a menos de un kilómetro.

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