Lugo-San Román da Retorta

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El Primitivo entre Lugo y A Retorta / César Rodríguez

El Primitivo entre Lugo y A Retorta / César Rodríguez

Tal vez la etapa más aburrida del camino Primitivo sea esta en la que se abandona Lugo para aproximarse a la conexión con el Camino Francés. El peregrino pisa mucho asfalto sobre una carretera secundaria, muchas veces sin protección. Y tiene varias posibilidades para elegir como punto final de la jornada. Debe planificar bien la ruta, no sobran los establecimientos hosteleros y las opciones de alojamiento hasta Melide. Y no hay otro tipo de servicios.

El primero es San Román da Retorta, en el concello de Guntín, a poco más de 20 kilómetros. Es un lugar con muchísima tradición jacobea, un bar-tienda, dos albergues -uno público de la Xunta con doce plazas y otro privado- y un restaurante en las proximidades. Si se escoge este final se haría una etapa bastante corta para lo habitual en el Primitivo.

Muchos siguen Camino durante 7 kilómetros hasta Ponte Ferreira, ya en el concello de Palas de Rei. Allí hay un albergue privado y una casa de turismo rural que durante bastantes años fue el único refugio de los peregrinos hasta llegar a Melide. Por suerte la situación ha cambiado. Incluso hay una tercera opción: As Seixas (en Merlán), cinco kilómetros más adelante, donde hay un albergue de la Xunta y una casa rural / albergue privado donde dormir. Para los que tienen prisa o prefieren evitar la masificación, las dos últimas opciones permiten abreviar el número de etapas en el Francés.

La etapa (20 kilómetros)

El Camino sigue por la misma vía -la Rúa de San Pedro- que tomó el peregrino cuando pasó bajo la puerta de la muralla de Lugo el día anterior. Un poco más adelante hay una farmacia. Abre de lunes a sábado desde las nueve de la mañana hasta las diez de la noche (hora de cierre del albergue). Y ofrece en su escaparate información sobre cuales están de guardia diurna.

En la ciudad el peregrino transita por suelo empedrado dentro del cuidado y peatonalizado (o semipeatonalizado) casco histórico lugués. Como en Oviedo -donde comienza el Primitivo- conchas de bronce indican la ruta a los pies del caminante, que se topa un poco más adelante con la oficina principal de Correos en Lugo. Un poco más adelante, en la intersección con a Rúa da Raiña, está la iglesia de Santiago, a Nova.

El Camino sigue recto. Y desemboca en la monumental Praza Maior, sede del Concello de Lugo (un edificio referencia del barroco civil gallego), lugar donde se concentran varias sucursales bancarias, alguna librería, un puñado de cafeterías con extensas terrazas y comidas a todas horas (si el buen tiempo acompaña) y un cuidado jardín con bancos de madera y alguna buena sombra proporcionada por la veintena de árboles frondosos plantados a lo largo de la rectangular plaza, que también cuenta con algunas fuentes para que los peregrinos sacien su sed.

También pueden perderse. Y no sólo por la escasa visibilidad de las conchas encastradas en el suelo, sobre todo cuando llueve o nieva, también porque faltan indicaciones. Y las señales de la vía romana XIX (la que unía Lugo y Astorga) pueden confundir al caminante, que debe buscar al fondo de la plaza la concha que indica la ruta. Toca bajar unas escaleras por la Escalinata do poeta Luis Pimentel hasta la Praza de Santa María. El peregrino contempla la catedral de Lugo, consagrada a Santa María y de origen románico. Vale la pena visitarla.

Antes del templo una concha revela al peregrino que su Camino pasa, tras una pequeña rampa, por la Rúa do Bispo Basulto. Se mueve por una zona que hace buena aquella leyenda urbana de que hay sitios de Galicia donde en cada edificio hay un bar. Aquí es verdad. Sobran sitios donde tomar algo o comer, en esta calle y en sus aledaños. Otra concha dirige al peregrino hacia la medieval (siglos XII o XIII) y recoleta Praza do Campo. Allí hay una fuente barroca dedicada a San Vicente Ferrer y la oficina de turismo de Lugo.

A la izquierda de la fuente una concha en el suelo confirma la ruta. Hay que seguir bajando. La calle por la que discurren los pasos del peregrino se llama Rúa do Miño. Antes, sólo unos metros más abajo, está la oficina de turismo de la Xunta de Galicia.

El peregrino va por la buena dirección, la que le lleva hasta el cruce con la calle Travesía do Miño. Hay que tirar por esta vía y seguir bajando.

Hacia el río Miño

En los bajos del pazo hay una fuente. Desde ella el peregrino pasa por debajo de los arcos de la Porta Miñá (también conocida como Porta do Carme) y abandona el recinto amurallado.

Porta Miñá

Porta Miñá

Su ruta continúa por la rúa do Carme. Tras cruzar la ronda da muralla un mojón oficial confirma que hay que seguir bajando. La concha no está colocada en un sitio cualquiera, está en la Praza do Carme. Un monolito recuerda que este es el lugar de nacimiento del patrón de Lugo, San Froilán.

El peregrino ha vuelto al Lugo rural. Suelos adoquinados, viviendas unifamiliares... Una concha azul y amarilla en la pared de una casa confirma que sigue el descenso, ahora por una pista sin asfaltar, de piedra y tierra, de las que en invierno son una lameira (barrizal).

Es el punto kilométrico 102,70. Entre campos y casas abandonadas, el peregrino sigue su Camino, un descenso suave y sin excesivas complicaciones. En el primer cruce que se encuentra en este tramo, una concha en la pared indica que hay que coger la senda de la derecha. Está mal cuidada. Y repleta de maleza. Pero no es posible perderse. Desemboca en unas escaleras. En una zona urbanizada. Y en dudas para el peregrino. ¿Qué debe hacer? ¿Ir a la izquierda? ¿A la derecha? Unos metros a la izquierda, en medio de la carretera, un mojón (km 102.90) las disipa. A la izquierda. En ese punto debe prestar atención. Y fijarse en una concha colocada en la pared de una casa. Está orientada hacia abajo. E indica que hay que descender por las escaleras situadas al lado. Y pasar por debajo de la carretera.

Transitará por la Calzada da Ponte, en continuo descenso, fijándose en la variada señalización -conchas, flechas amarilllas- hasta alcanzar las inmediaciones del río esencial de Galicia. Toca cruzarlo por A Ponte Vella, un puente de origen romano rehabilitado para excluir el paso de la carretera N-525 (une Lugo con Ourense y Santiago de Compostela) por él.  Atravesado el puente y admiradas las vistas sobre el Miño, el peregrino debe girar a la derecha. Antes de seguir Camiño, a la izquierda se ve una farmacia. Es la última que verá en 40 kilómetros. También hay un par de bares cerca.

 El caminante transita por la Rúa Vella da Ponte, por asfalto. La acera es ridícula, menos de 50 centímetros de ancho. El Miño lo acompaña a su derecha. A su lado, las instalaciones del club fluvial de Lugo. Serán testigos de su peregrinaje hasta llegar al núcleo histórico de San Lázaro. En este lugar, una aldea con casas de piedra, iglesia del siglo XVIII y cementerio, hay un mapa del Primitivo. Poco después el peregrino dice adiós al río. Lo hace junto al mojón que marca el punto kilométrico 100, 906, una distancia suficiente para conseguir -si camina a pie- la Compostela.

Carretera, carretera y carretera

De San Lázaro el Camino asciende por una carretera. Toca subir. El Primitivo en esta zona está bien señalizado. Hay las conchas precisas en una etapa en la que toca mucho asfalto, más que en ninguna otra en Galicia. Un túnel permite al peregrino salvar el cruce con la N-540. Es el pk 99.552. Toca subir. Y transitar por una carretera sin arcén. Es una zona de viviendas unifamiliares de reciente construcción. No abundan las sombras. Y no hay fuentes. El peregrino llega a una rotonda. Un cartel le indica que dirección tomar. Hacia Burgo, San Román y Palas de Rei.

Ferreira (otro posible final de etapa) queda a 23 kilómetros, dice. Siguen la carretera y el paisaje. Sin variaciones. Pero se ha habilitado un sendero en paralelo la derecha para proteger al peregrino del tráfico y evitar que pide tanto asfalto. La carretera se estrecha y el arcén desaparece antes de que el caminante llegue a San Vicente do Burgo. Antes del núcleo hay una fuente a mano izquierda. Además del manantial, hay un par de bancos y una mesa.El Camino sigue por la carretera. Entre prados y árboles autóctonos, sin arcén, el peregrino, entra en el territorio de la parroquia de Poutomillos, pero nada cambia: paisaje agradable y carretera.

El peregrino llega a un cruce. Su ruta sigue en línea recta. Pero un cartel le invita a desviarse para visitar Santa Eulalia de Bóveda, una fascinante iglesia del siglo VIII. Queda a tres kilómetros. El Primitivo sigue su trazado por carretera hacia la parroquia de Bacurín, que tampoco ofrece servicios al peregrino, pero que tiene una iglesia bastante particular. De estilo románico y dedicada a San Miguel, el templo tiene una sola nave.

Un tramo para recordar

Al pasar por este lugar, por fin llega una oportunidad para pisar tierra. Por un sendero que se abre a mano derecha y lleva al peregrino a cruzar un regato por un puentecillo. El tramo es precioso. Pero dura poco.

Iglesia de San Pedro de Mera

Iglesia de San Pedro de Mera

Hay que volver a la carretera. Y llegar a la parroquia de San Pedro de Mera. El primer núcleo tiene un nombre muy jacobeo. Se llama Hospital. Tuvo uno en el pasado. Después de este pequeño lugar sin servicios, el peregrino vuelve a hollar tierra. Un mojón en el punto kilométrico 87.491 indica que hay que desviarse a la derecha. Pronto se vuelve a la carretera y se atraviesa el núcleo de San Pedro de Baixo. Tras una fuerte subida, el peregrino llega a Taboeiro.Poco después del cruce que llevaba al mesón, tras una bajada, termina el término municipal de Lugo. El peregrino entra en Guntín. Tras una subida, aparecen el cementerio y la iglesia de A Retorta. 

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