Sarria-Portomarín

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En los primeros tramos la etapa transcurre junto a la vía del tren

En los primeros tramos la etapa transcurre junto a la vía del tren

Esta es para muchos caminantes la primera etapa del Camino de Santiago, al ser Sarria el lugar desde donde parten el mayor porcentaje de ellos. La jornada no desmerece tanto para estos romeros primerizos como para aquellos que ya llevan muchos kilómetros a la espalda.

La senda se aleja de la carretera y se adentra en la Galicia más rural, a partir de una de las más hermosas carballeiras (robledas) del itinerario. Diversos vestigios del románico, varios enclaves de pasado jacobeo, pasarelas rústicas y un inicial puente medieval sirven como reclamo añadido. Es, además, un itinerario sencillo, con un kilometraje asequible y desniveles moderados, al que tan solo las fuertes lluvias, y el barro generado sobre los senderos de tierra, pueden causar que algunos de sus tramos sean más difíciles de transitar.

A lo largo de todo el recorrido los romeros no hallarán dificultades en avituallarse. Se trata asimismo de una de las etapas que más recuerdos guardan del Xacobeo 93 y de su famosa mascota Pelegrín, así como una de las que cuentan con más altares espontáneos realizados por los caminantes. El más que dudoso gusto de algunos de ellos los pone en cuestión.

La etapa Sarria - Portomarín (21,6 kilómetros)

La jornada arranca en la Rúa Maior de Sarria (115,5 kilómetros a Santiago), el punto de partida del Camino para muchos peregrinos.

Tras pasar por delante de la iglesia del Salvador y de una antigua prisión (que fue utilizada por los caminantes como albergue improvisado hace décadas), se llega a un mirador con crucero desde donde despedirse de la localidad lucense. Dos altos edificios afean la bella panorámica. A la izquierda se deja la antigua muralla, donde aún se aprecia un viacrucis y, en su interior, la torre-fortaleza aún conservada.

Tras un leve ascenso y posterior descenso por asfalto la senda se acerca al albergue-convento de A Magdalena. De origen románico, aunque con trazos góticos, renacentistas e, incluso, manuelinos, fue fundado a principios del siglo XII como hospital de peregrinos. En él se daba asistencia a aquellos que acudían a Compostela, no a los que retornaban, que eran recibidos en el hospital de San Antón, actual juzgado. La senda, sin embargo, no llega hasta este monumento.

Justo antes, gira bruscamente a la izquierda y enfila una empinada y larga cuesta hacia abajo, que acompaña al muro de un cementerio. El firme se mantiene irregular en todo el descenso. Ya abajo, gira a la derecha y alcanza, a partir de un tramo de asfalto, el puente Áspero, de origen medieval, junto al que se localiza un lugar de descanso. El puente, de tres arcadas y construido con pizarra y sillería, atraviesa el río Celeiro. Tras cruzarlo, no sin cierta dificultad por su pavimento lleno de baches, se alcanza el primer tramo de tierra de la etapa, el cual, al igual que sucede en el resto, tras un largo periodo de lluvias puede hallarse muy embarrado.

El sendero continúa en un primer momento paralelo a la vía del tren. Tras casi un kilómetro de recorrido por diversos prados y sobre un terreno irregular con piedras sueltas de tamaño medio, los caminantes deberán, incluso, cruzar la propia vía. El paso, bajo el viaducto de una autovía, se halla muy bien señalizado, por lo que no reviste problemas. Acto seguido, el sendero, aún de tierra, toma un cruce a la izquierda, se estrecha y se dirige hacia una pasarela de madera que evitará que los caminantes se mojen en un arroyo. Arranca en este momento el repecho más duro de toda la etapa, de cierta longitud, el cual, a cambio, brindará a los peregrinos la posibilidad de disfrutar de una hermosa carballeira (robleda). Ya en llano se alcanza As Paredes, un enclave de origen prerromano en el que se construyó un castro neolítico, aún sin desenterrar. Tras un sendero a cielo abierto, entre prados y campos de cultivo, se llega además, rápidamente, a Vilei (18,8 kilómetros a Portomarín), donde sí abundan los servicios; se trata de uno de los núcleos con más viviendas de la jornada. Nada más salir del lugar se ubica, además, una fuente y dos bancos de madera donde poder comer.

Barbadelo, paso histórico de caminantes

Restan poco más de 500 metros para llegar al núcleo más histórico de Barbadelo (18,1 kilómetros a Portomarín), parroquia gallega ya nombrada en el Códice Calixtino como paso de caminantes hacia Santiago. Este era, además, y según las leyendas de entonces, el lugar a donde venían los criados de los hosteleros compostelanos a embaucar a los peregrinos y recomendarles posadas donde luego eran estafados. Tras salir de Vilei y sobrepasar un cruce a la izquierda que conduce a otro albergue privado, el sendero de asfalto llega ya a Mosterio, donde se ubican el bello templo de Barbadelo y, justo enfrente, el albergue público.

Albergue Casa Barbadelo

Albergue Casa Barbadelo

La iglesia de Santiago, gran ejemplo del románico gallego (siglo X) que destaca tanto por su estructura como por la singularidad de sus capiteles, fue declarada monumento nacional en 1976. Su historia corre paralela a la del Camino. Hace siglos formaba parte de un monasterio, dependiente del de Samos, y funcionaba como hospital de peregrinos. Además, su vinculación jacobea queda patente en la vieira que realza una de sus portadas laterales así como por la imagen de un Santiago Peregrino que preside su retablo barroco. En este punto los caminantes podrán seguir por el sendero que deja el albergue público a su derecha o subir una pendiente que lo deja a su izquierda y que les conduce hasta la pequeña capilla de San Silvestre. Cuenta la gente del lugar que el Camino en este punto es aneiro, lo que quiere decir que un año va por un trayecto y, a la temporada siguiente, por la otra alternativa, ambas con firme de asfalto.

Mercado da Serra

Ya reunidos ambos senderos, el itinerario continúa sobre una pista en buen estado que conduce hasta Rente (16,7 kilómetros a Portomarín), enclave con dos casas de turismo rural en las que se ofrecen todo tipo servicios para los caminantes. A continuación, y tras pasar por algunos tramos de tierra, alcanza el Mercado da Serra (16,2 kilómetros a Portomarín), donde se celebraba en la Edad Media un mercado. Hasta aquí solían acudir los judíos de Portomarín para negociar y proveer a los peregrinos. El sendero cruza acto seguido la LU-5709 sin paso de peatones. La presencia de establecimientos en esta carretera puede llevar a confusión sobre por dónde sigue el Camino, sin embargo, si se atiende a la buena señalización no habrá pérdida.

La senda continúa por un corredor arbolado que se sitúa enfrente de por dónde venía el recorrido. Tras pasar por una chillona fuente coronada por un Pelegrín (mascota del Xacobeo del año 1993), la ruta llega menos de un kilómetro después al Molino de Marzán (del año 1920). Gira entonces a la derecha y, tras una bajada, los caminantes deberán salvar un arroyo a partir de una pasarela hecha con losas de piedra. Si se hace el Camino en época de fuertes lluvias, este tramo se hallará muy embarrado. Poco después, el recorrido vuelve a cruzar otra carretera, la LU-633, también sin paso de peatones. Llegamos a Leiman (14,2 kilómetros a Portomarín) y, un poco más adelante, a Peruscallo (13,2 kilómetros a Portomarín), un bonito enclave rural con algunos hórreos y con servicios para los caminantes.

A partir de este momento una zona de arroyos, con arcenes y veredas de piedra para salvarlos, y diversos tramos de tierra con baches y surcos, dificulta el poder mantener un ritmo constante. Y es que el cambio de firme cada pocos tramos es una de las características de la jornada. En un sendero acompañado de castaños y robles y que anuncia vestigios de antiguas calzadas los caminantes acceden a Cortiñas (12,4 kilómetros a Portomarín), Lavandeira (11, 9 kilómetros a Portomarín) y, ya por vía asfaltada y tras pasar tramos de adoquinado, a Brea, donde no deberán confundirse con un primer y falso mojón que anuncia los 100 kilómetros a Santiago. El verdadero se halla no en el inicio de una cuesta, sino en un sendero llano de asfalto. Lo reconocerán también por la gran cantidad de pintadas que acumula y por los recuerdos que atesora. Es uno de los más emblemáticos de la ruta jacobea, ya que esta es la distancia mínima para que los peregrinos que cubren el itinerario a pie puedan hacerse con la compostela. Sirve, además, como un significativo estímulo en esta cuenta atrás que ya comienza a ser el tramo gallego del Camino. Tras retomar el sendero la tierra compacta, de nuevo aparecen riachuelos que invaden la ruta y que habrá que evitar por el lateral.

Alberge-bar en Morgade

Alberge-bar en Morgade

Ya sobre asfalto se llega a Morgade (10,5 kilómetros a Portomarín), uno de los sitios en los que muchos caminantes suelen reponer fuerzas. En el núcleo también se rehabilitó una fuente (conocida como Del Demonio) y la pequeña capilla de la Trinidad, templo donde los caminantes dejan diversas notas con su experiencia jacobea. El sendero vuelve a enfilar entonces otra pendiente invadida por un arroyo y en la que tan solo unas losas de granito, que en ocasiones son cubiertas por el agua, ayudarán a salvarlo. De esta forma se accede a Ferreiros (9 kilómetros a Portomarín), un núcleo con un pequeño albergue público -situado al pie de una robleda- y de claro pasado jacobeo. En él el Camino despide Sarria y se adentra en el ayuntamiento de Paradela, nombre que para algunos proviene de parada, lugar de relevo de caballerías. Diversos manuscritos jacobeos ya destacaban la importancia de Ferreiros –lugar de herreros- como fábrica de armaduras y utensilios para el abastecimiento de los peregrinos. Aquí se claveteaba el calzado y se herraban los caballos de los romeros.

La travesía baja entonces por asfalto y en una fuerte pendiente hacia Mirallos, situado a tan solo 300 metros de Ferreiros. Su nombre puede derivarse de bella vista. Al final del descenso se halla la iglesia de Santa María (siglo XII), otra joya del románico, antes instalada en Ferreiros y que se bajó piedra a piedra hacia 1790 hasta la inmediata Mirallos. Desde este punto se inicia un ligero ascenso que desemboca en un desvío a la izquierda por el que, a través de un tobogán, y sobre tramos que oscilan entre el asfalto y la tierra compacta de más fácil tránsito o con piedras sueltas de tamaño medio o grande, se llega hasta A Pena. La senda se adentra en la parroquia de Francos, donde se dice que existió un monumento sepulcral, aunque se desconoce su destinatario.

Ya en 1120 se mencionaba esta sepultura, que se supone que perteneció a un importante viajero, del que se enterraron los restos en el lugar en el que falleció. Tras pasar otros pequeños enclaves, como Couto y Rozas, se llega al mojón 96, donde arranca uno de los tramos que en invierno, y tras fuertes lluvias, es más intransitable. De hecho, muchos caminantes, ante las piedras sueltas y el barro acumulado, se suben durante 500 metros a un prado paralelo para evitar el sendero. Deberán bajar desde este camino alternativo al itinerario oficial en una suave curva en la que se halla el primero de los sucesivos altares espontáneos que jalonan desde este momento la etapa y que dan fe de la huella negativa de los peregrinos. Los romeros han adornado una cruz con todo tipo de elementos, como camisetas, billetes de tren, promesas o calcetines de niños.

El descenso a Portomarín

Tras dejar a mano izquierda otra cruz de madera y cruzar la carretera LU-4203 se llega, por un pavimento ya homogéneo, a la pequeña aldea de Moimentos (5,4 kilómetros a Portomarín) y, un poco más adelante, a Mercadoiro (4,8 kilómetros a Portomarín), un pequeño enclave con un sitio a cubierto donde reposar. El itinerario visita a continuación Moutrás e inicia un suave descenso por el declive que forma la cuenca del Miño. Entre tramos que intercalan asfalto y tierra, y mientras ya se adivina Portomarín y el río al fondo, se llega hasta Parrocha (3,1 kilómetros a Portomarín) y, tras una cruzar un camino, hasta Vilachá (1,8 kilómetro hasta Portomarín), un núcleo mayor que los anteriores pero sin servicios destacables para los caminantes más allá de un área de descanso.

Un poco apartada del Camino, y a la izquierda de esta localidad, se halla la iglesia de Santa María de Loio. Este enclave fue en su origen el monasterio de Ribaloio, fundado en el siglo VIII y que conserva una gran importancia en la historia del Camino Francés. En él nace, a comienzos del siglo XII, la Orden Militar de los Caballeros a Santiago, que tenían como especial encomienda la protección de los peregrinos.

Portomarín

Portomarín

Si se continúa la ruta se accederá, tras un giro a la izquierda, a un brusco descenso, con mucho desnivel, firme irregular, piedras y socavones. El peregrino despide en este punto el ayuntamiento de Paradela y accede al de Portomarín. Al final del descenso continuará por los arcenes de la LU-633 hasta el puente, de más de 350 metros, que les acerca a la meta de la jornada. Desde esta edificación hay una buena vista de la localidad, con sus fachadas blancas y la iglesia de San Nicolás en lo alto, así como, en invierno, del amplio caudal del Miño. En verano también se podrán apreciar desde este punto las ruinas del antiguo Portomarín. Tras cruzar, sin paso de peatones, una rotonda se accede a la población por una escalinata asentada sobre los arcos del viejo puente medieval, donde también se colocó la capilla de la Virgen de las Nieves. Acto seguido, se pasará por delante del Centro Virtual de Información al Peregrino y tras recorrer la propia calle del Peregrino ya se llega al centro del bello pueblo.

Sarria - Portomarín en bici

Esta etapa avanza entre suaves ondulaciones y breves llanuras, lo que no impide que pueda convertirse en una jornada rompepiernas para aquellos que decidan hacer el Camino en bici debido a las constantes oscilaciones del trazado. Tras una época de fuertes lluvias, algunos tramos pueden hallarse muy embarrados o anegados, lo que obligará a los bicigrinos a echar pie a tierra. Se recomienda también aumentar las precauciones en el último descenso a Portomarín.

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