Finisterre

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Qué ver en Finisterre

Fisterra ©Panoramio Francisco Ovies

Fisterra ©Panoramio Francisco Ovies

Se podría decir que el peregrino llega a Fisterra cuando pisa por primera vez las arenas de Langosteira, una larga playa de de tres kilómetros de extensión a la que, posiblemente, regresará. Lugar de reposo del caminante, bañarse en sus aguas forma parte casi del ritual de los recién llegados a Fisterra. A su inicio se colocó hace años un monumento en honor a Camilo José Cela, el premio Nobel de Literatura gallego que pasó largas temporadas y guardó una gran vinculación con esta zona. De hecho, el escritor inmortalizó la esencia de esta costa en su obra Madera de Boj. Una placa recuerda una frase del literato:

«Finisterre es la última sonrisa del caos del hombre asomándose al infinito». Una vez cubierta toda la extensión de la playa se llega al barrio de San Roque. Se asciende entonces por un paseo hasta la cruz de Baixar, un cruceiro de granito del siglo XVI. Se continúa entonces en línea recta, por la avenida de A Coruña, hasta el entorno del ayuntamiento, situado junto al núcleo antiguo de la población, que creció con forma de anfiteatro sobre el puerto.

El enclave ha conservado la traza antigua de estrechas calles que bajan hasta el muelle. En los últimos años se ha hecho un esfuerzo por embellecer y recuperar la arquitectura popular de sus inmuebles. Un ejemplo de este impulso ha sido la remozada lonja de Fisterra, inaugurada en el 2008, y que cuenta, en sus instalaciones superiores, con un espacio destinado especialmente a los turistas. En ella pueden conocer la riqueza de los fondos marinos gallegos y las actuales artes de pesca.

A través de paneles y pantallas se muestran, además, las principales especies que se venden en la lonja. El horario es, de lunes a viernes, a partir de las 16.00 horas, momento en el que comienza la puja del pescado. Más: (+34) 981740379. Aún en el puerto, junto a la playa de O Corbeiro, se sitúa uno de los principales reclamos de la villa, el castillo de San Carlos, levantado, junto el del Príncipe (en Ameixenda, Cee) y el del Cardenal (en Corcubión), dentro de un plan defensivo para proteger la ría. Esta fortificación fue terminada a mitad del siglo XVIII bajo el mandato del rey Carlos III. Se sitúa en un terreno rocoso, lo que explica su forma irregular.

Fisterra ©Panoramio Stefan Vossemer

Fisterra ©Panoramio Stefan Vossemer

En él se reponen vídeos que acercan a los peregrinos al Finisterre de los años 20. Más información en la cofradía de pescadores Nosa Señora das Areas de Finisterre. Teléfonos: (+34) 981740707 / 981740079 / museodepesca@museodepesca.com Aún en el centro del núcleo, en la popular plaza de Ara Solis, se localiza uno de los dos templos de la localidad. Se trata de la capilla da Nosa Señora do Bo Suceso (siglo XVIII), de estilo barroco y que cuenta, en su capilla mayor, con un retablo barroco presidido por la imagen de la Virgen del Socorro y por una inscripción de una cruz griega.

Pero, sin duda, la basílica a la que ningún peregrino deja de acudir se localiza en la subida a San Guillermo, en el ascenso hacia el célebre faro de Finisterre. Se trata de la iglesia parroquial de Santa María das Areas, uno de los puntos de mayor interés de la localidad, de larga tradición jacobea. El origen de la ermita, situada en la falda del monte, se remonta al siglo XII. Románica en origen y con una única nave, al edificio primitivo se le fueron adhiriendo con el paso de los siglos varias capillas y una sacristía.

El templo, de gran riqueza artística, ya era en la Edad Media un centro devocional al albergar en su interior, en la capilla barroca del Santo Cristo, la venerada imagen del Cristo de la Barba Dorada, a la que la tradición atribuye poderes milagrosos y en torno a la que han surgido una serie de leyendas. La más extendida recuerda cómo la imagen fue robada por unos marinos ingleses que se vieron sorprendidos por uno de los recurrentes temporales que azotan la zona pero que en este caso se habría producido a modo de castigo.

Tan solo se libraron de él cuando arrojaron la imagen al mar, rescatada después por pescadores de la zona. Al Cristo se le atribuyen varios milagros como la conversión de unos moros que habían desembarcado cerca del templo con la intención de profanarlo. Iglesia e imagen centran una de las principales tradiciones de la Semana Santa gallega. En el domingo de Pascua se celebra en su atrio la fiesta en honor al Santo Cristo, con una representación de la Resurrección. El templo, influenciado por las corrientes arquitectónicas aplicadas en la Catedral de Santiago, dispone, al igual que otras iglesias de peregrinación, de una Puerta Santa.

Se tiene constancia que en el siglo XIV se concedía a aquellos peregrinos que la atravesaban ciertas indulgencias. Esta iglesia también fue uno de los destinos en los que ciertos presos flamencos podían redimir sus penas durante la Edad Media. Para librarse de la condena debían peregrinar a Santiago, Finisterre o San Andrés de Teixido. Hoy en día, y durante los años santos, los peregrinos acceden al templo por esta Puerta Santa. El número de caminantes que llegaban hasta Finisterre durante el Medievo y que visitaban esta capilla era tan elevado que el párroco Alonso García, decidió fundar en 1479, frente a la fachada principal, el Hospital de Peregrinos da Nosa Señora do Rosario.

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Del mismo casi no quedan restos, tan solo una arcadas de medio punto situadas junto al cementerio. En el exterior del templo se sitúa un crucero gótico (siglo XV) de granito, de gran belleza. Tras continuar ascenso los peregrinos arriban al Faro de Finisterre, el más occidental y uno de los más emblemáticos de Europa. En funcionamiento desde 1853, el faro protegía una de las costas más peligrosas, la conocida como Costa da Morte, donde a lo largo de la historia han naufragado un sinfín de barcos. El conjunto muestra un aspecto de fortaleza cuando se observa desde el lado del océano. Su luz se divisa desde 31 millas (57 kilómetros). El edificio anexo al faro es la Sirena, que entró en funcionamiento en el siglo XIX para los días en los que la niebla impedía ver la luz del faro. Emite sonidos estridentes cada minuto.

El tercer inmueble es el Semáforo, de 1879, que antaño tenía la misión de emitir señales para la marina de guerra y, en la actualidad, es un complejo de turismo rural. El conjunto se iza en el lugar considerado por los fenicios y los romanos como el Finis Terrae, el fin de la tierra conocido. Hay autores que identifican el Cabo Finisterre como el antiguo promontorio Nerio mientras que otros sitúan en este rincón pétreo, o en el vecino monte de San Guillermo (elevación que limita, por una parte, con el faro, y, por otra, con Finisterre), el conocido Ara Solis, el altar de adoración al sol ligado a ancestrales ritos de fecundidad (en el lugar había una gran losa  horizontal sobre la que dormían los matrimonios estériles para concebir hijos) y a donde llegaban cada tarde las legiones romanas para ver apagarse al astro rey en el mar.

La leyenda apunta que fue el Apóstol quien destruyó ese sitio de culto pagano para levantar en su lugar la ermita de San Guillermo, destruida en el siglo XVIII, y de la que tan solo quedan algunos restos.  Esta ermita fue, probablemente, la morada de un ermitaño que, ciertos investigadores identifican como Guillermo X, el Duque de Aquitania, el popular don Gaiferos de Mormaltán que, según el romance, peregrinó a Santiago en el siglo XII y falleció a los pies del sepulcro del Apóstol. Para otros autores el eremita sería San Guillermo, un coetáneo de los tiempo de Carlomagno.

Fisterra ©Panoramio Rolando Canessa

Fisterra ©Panoramio Rolando Canessa

Para llegar a los restos de la ermita hay que desviarse hacia la derecha 300 metros antes de llegar al faro. Desde ese punto parte una subida que se dirige a la antigua estación de radiotelegrafía y que enlaza con pista de barro que acerca a los caminantes, 400 metros después, al lugar donde se izaba el templo. Actividades lúdicas Cerca del albergue municipal, en la calle Santa Catalina, 48, se sitúa otra oficina turística, regentada por la empresa Turismo Finisterre, donde los caminantes podrán hallar información sobre hostales, restaurantes y diversas actividades lúdicas. Una que puede resultar de interés para los peregrinos son los cruceros que permiten contemplar la puesta de sol desde el mar.

Celebraciones A los peregrinos que les coincida llegar a Finisterre en plena Semana Santa podrán contemplar la devoción con la que los vecinos viven esta fiesta, declarada de Interés Turístico Nacional. El jueves y el viernes, y junto a la iglesia de Santa María de las Arenas, tienen lugar diversas escenificaciones de la Pasión de Cristo, unas escenas seguidas por miles de romeros. De todas formas, el principal día de celebración es el domingo, cuando, tras la representación, se baila a danza dos paos, una interesante manifestación artística cuyo origen se remonta al siglo XVII. Ya en agosto tiene lugar otra de las celebraciones típicos, de regusto gastronómico. El primer domingo de este mes se rinde honor al longueirón, la exquisitez fisterrana. Dos fines de semana después coge el relevo el festival Fin do Camiño, un certamen musical folk.

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