¿Qué dieta hacer en el Camino de Santiago?

Descanso para comer durante el Camino, imagen de Envato Elements

Cuando hacemos el Camino de Santiago es sencillo olvidarse de todo lo que no sea caminar y disfrutar de la experiencia, pero es importante no olvidarse de mantener una alimentación equilibrada durante todas las etapas hasta llegar a Compostela. 

Realizar el Camino es una experiencia exigente para el cuerpo, sin importar nuestro estado físico. Al final, estamos caminando alrededor de 25 kilómetros diarios, y no estamos acostumbrados a ese tipo de ejercicio. Esto supone un desgaste para el cuerpo, que se esfuerza en dar su máximo rendimiento hasta que llegamos al siguiente albergue. Toda esa energía luego la tenemos que recuperar, y de poco vale llevar una bolsa de Cheetos en la mochila para recargar.

La etapa empieza con el desayuno

El horario del peregrino empieza temprano para avanzar la mayor parte posible de la etapa por la mañana. Para eso, es imprescindible dar al desayuno la importancia que merece. Tenemos que tomarnos al pie de la letra que el desayuno es la comida más importante del día. 

Para eso no vale desayunar solo un café, ni mucho menos. Hay tomar alimentos que tengan hidratos de carbono, proteínas y grasas saludables, para afrontar con fuerza la etapa. Un café con leche y unas tostadas con tomate y jamón, o aguacate y huevos, por ejemplo, serían una combinación muy recomendable para empezar el día. Si además incluimos alguna fruta de temporada, nos ganamos la matrícula de honor del desayuno.

Si no desayunamos mucho, pronto perderemos energía. Podemos llegar a entrar en hipoglucemia y marearnos. Por si acaso, es una buena idea llevar algo para comer a media mañana. Los frutos secos sin freír y sin sal, una barra de cereales y la fruta deshidratada son algunas de las mejores opciones para aumentar la ingesta de hidratos de carbono sin muchos azúcares. 

Comer en el Camino, imagen de Envato Elements

Descanso a mediodía para reponer fuerzas

Si comes durante la etapa, lo mejor es que sea un plato ligero para no sentirse pesado al continuar la ruta. Escoge alimentos que te ayuden a aumentar la energía sin que sean pesados. Por ejemplo, puedes combinar una ensalada completa con carne blanca o pescado a la plancha. Puedes incluir hidratos como arroz, pan o patatas, pero en porciones normales: que no sean lo principal del plato. 

Cuando paramos a comer es un buen momento para beber un buen trago de nuestras cantimploras, si es que durante la ruta se nos olvida. Nos ayudará a evitar la fatiga y a mantener la hidratación del cuerpo mientras sudamos y entramos en calor. Además, no hay que preocuparse de que se nos acabe el agua antes de llegar al final de la etapa porque hay muchas fuentes naturales y potables a lo largo del camino.

Después de la etapa, nos hemos ganado una buena cena

Es natural que, una vez terminada la etapa, solo queramos descansar. Después de llegar al albergue y acomodarnos, podemos ir pensando en la cena. En este caso no tiene que ser tan ligera como la comida. Es momento de reponer la energía que ha consumido el cuerpo, y la ocasión perfecta para probar la gastronomía local. 

Eso sí, hay que tener en cuenta una recomendación. Si no quieres sufrir reflujo estomacal y acidez, no te acuestes nada más terminar de cenar. Es mejor que el cuerpo tenga tiempo para empezar la digestión, ya que si no puede que nos cueste dormir. Una buena cena incluye una ración considerable de proteínas e hidratos de carbono, ya que son comidas que se digieren rápidamente.

Ahora ya sabes cuál es la mejor distribución de las comidas a lo largo de una jornada en el Camino. Con estos consejos, tu cuerpo no notará tanto el desgaste físico de consumir tanta energía para terminar la jornada.