O Cebreiro-Triacastela

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Monumento al Peregrino en el alto de San Roque / Fotografía de Óscar Cela

Monumento al Peregrino en el alto de San Roque / Fotografía de Óscar Cela

Tras la etapa reina del día anterior, los caminantes afrontarán un día más liviano, en el que las aún duras subidas al alto de San Roque -donde se ubica la emblemática figura del peregrino en lucha contra el viento- y, sobre todo, a O Poio, techo del itinerario gallego con sus 1.335 metros, se ven compensadas con el posterior descenso a Triacastela, de gran belleza y uno de los más citados por la comunidad de peregrinos de Vivecamino.com.

A lo largo de toda la jornada los caminantes alternarán bellas panorámicas de las sierras de Os Ancares y O Courel y, ya en la bajada, del monte Oribio, en un itinerario zigzagueante que permitirá atravesar bellos enclaves rurales, rincones sorprendentes y admirar un castaño centenario. En general, el recorrido evita el asfalto aunque continúa en muchos tramos paralelo a él, lo que permite a todos aquellos a los que les flaqueen las fuerzas o a quienes prefieran evitar el hielo y la nieve continuar por carretera. Los romeros no hallarán problemas en avituallarse, ya que diversos enclaves rurales y mesones jalonan la ruta.

La etapa O Cebreiro - Triacastela(21,7 kilómetros)

El itinerario jacobeo parte en esta jornada desde la vía de suelo irregular y suave pendiente que atraviesa O Cebreiro (155,5 kilómetros hasta Santiago) y que conduce al caminante hasta la puerta del albergue público, donde el pavimento cambia a hormigón. Tras pasar por el edificio de la Xunta, la senda enfila un camino de tierra compacta, y con alguna grava suelta, que asciende por el monte Pozo de Area hasta ganar casi 100 metros de desnivel y llegar a los 1.332 metros. Desde lo alto, y hacia el norte, es posible admirar la riqueza forestal, paisajística y cromática del valle del Navia y de los picos de Ancares, así como, hacia el sur, de la sierra de O Courel.

El sendero desciende, a continuación, por una pista forestal, y junto a una línea de alta tensión, hasta Liñares. De todas formas, para aquellos a los que el ascenso hasta O Cebreiro haya sido suficiente, o cuando en las jornadas invernales se forme mucho hielo, una buena alternativa es continuar durante tres kilómetros desde el centro del pueblo y por la LU-633 hasta el mismo Liñares. Esta carretera se tomará a partir de un desvío a la derecha situado justo antes de la pequeña subida que conduce al albergue público.

Durante los kilómetros que separan O Cebreiro de O Alto de O Poio los peregrinos discurren entre las sierras de O Courel (izquierda) y Os Ancares (derecha), con magníficos paisajes de montaña, formando el tramo de carretera más alto de Galicia. La sierra de O Courel es el gran pulmón de la comunidad, su reserva verde. Está formado por un bello paisaje de montaña, salpicado de aldeas escondidas, de tejados de pizarra y difícil acceso, que han conservado la belleza de lo auténtico.

Son propios del lugar los soutos, los castaños o las devesas, con sus bosques autóctonos situados en las cabeceras de los ríos y en los que abundan robles, tejos, acebos, hayas o abedules. La más emblemática de la sierra de O Courel, y lugar de destino de decenas de caminantes, es la Devesa de Nogueira, una reserva botánica en la que conviven más de 800 especies vegetales. Es uno de los bosques más antiguos de Galicia, surcado por numerosas fuentes de agua. A la derecha se abre ante los caminantes la perspectiva de Os Ancares, la gran referencia orográfica de Galicia, declarada por la Unesco Reserva de la Biosfera. El río Navia es el epicentro de esta amplia zona con una superficie total de 53.664 hectáreas, lo que supone, aproximadamente, un 6% de la superficie de la provincia de Lugo. Es el último reducto de la presencia del oso pardo en tierras gallegas. Un territorio por descubrir, con aldeas encajadas en valles o entre picos de 2.000 metros de altura, y que fue habitado desde tiempos prerromanos. Uno de sus principales iconos son las pallozas, construcciones tradicionales con el techo de paja donde convivían personas y animales hasta la década de los 70. La aldea de Piornedo, con establecimientos hosteleros y un museo etnográfico, es uno de sus grandes referentes.

San Estevo de Liñares

San Estevo de Liñares

En San Estevo de Liñares (18,7 kilómetros a Triacastela), población a la que el Códice Calixtino se refiere como Linar de Rege (Linar de Reyes) y cuyo topónimo procede de las antiguas plantaciones de lino existentes en la localidad, los caminantes encontrarán algún servicio, como una fuente, una tienda o un bar.

Una vez en el núcleo, se coge la ruta señalizada que sube por entre las casas hasta la iglesia prerrománica dedicada a San Esteban (siglo VIII), de hechura similar a la de Santa María de O Cebreiro. Con una sola nave de planta rectangular y torre cuadrada, en su interior destaca un retablo barroco. Posteriormente, y después de cruzar la LU-633, el itinerario continúa por un sendero de piedras indicado hacia la izquierda y que comienza a ascender sobre Os Ancares. Un tobogán de subidas y bajadas, que avanza entre abedules, eleva a continuación a los romeros al primer alto de la jornada, el de San Roque, situado a 1.270 metros de altitud y coronado por la inmortalizada estatua en bronce de un peregrino luchando contra el viento modelada por el escultor José María Acuña en 1993, con la que se quiso homenajear a todos los caminantes que han superado estos puertos. La figura, en pleno esfuerzo, se apoya en su bordón y sujeta, con la mano izquierda, su sombrero, algo que demuestra de forma gráfica las dificultades que tenían y aún tienen que vencer los romeros.

Hospital da Condesa

Tras este repecho, la travesía sigue su avance de forma paralela a la LU-633 y tras descender hasta los 1.205 metros de altitud con pendientes que varían desde el 7 al 17 %, se accede, ya por asfalto y por esta carretera, al siguiente núcleo, Hospital da Condesa (16 kilómetros hasta Triacastela). El propio nombre del enclave, donde se ubica un albergue público, hace alusión a su pasado jacobeo. De hecho, es este lugar el que acogió el hospital para peregrinos más conocido de la zona. Construido junto al santuario de Santa María a Real, en él se daba cobijo a los maltrechos caminantes que accedían a Galicia. Todo apunta a que fue fundado por una condesa en el siglo IX.

En la localidad, y junto al albergue, los romeros también hallarán un mesón, donde desayunar desde las 6.00 horas y comer un menú de peregrino. En el apartado monumental, el núcleo conserva la iglesia del hospital en honor a San Juan, la cual, al igual que otras de la zona, tiene un austero estilo románico con muros de mampostería y una torre a la que se accede por una escalera exterior. La ruta avanza sobre un tramo de calzada de piedra y, a la salida del pueblo, reanuda su caminar por el arcén de la LU-633. Continúa así hasta un desvío, que se deberá coger hacia la derecha.

En las épocas de mayor afluencia de peregrinos, y ante la escasez de camas, una alternativa para quien desee descansar llegado este punto es seguir por este itinerario hacia Sabugos, donde se ubica el establecimiento de turismo rural; pero el Camino no llega a esta localidad. Se desvía antes, en un cruce a la izquierda que guía a los caminantes por un tramo de tierra compacta hasta la intersección con la pista de acceso a Padornelo (13,9 kilómetros a Triacastela), de complicado tránsito debido a las pronunciadas pendientes.

Esta aldea de montaña, levantada sobre un pavimento en el que abundan las losas de piedra y pizarra, cuenta también con una fuerte tradición jacobea. En ella se instaló la Orden de San Juan de Jerusalén, cuya misión era atender y defender a los peregrinos. En el lugar es reseñable la iglesia de San Xoán, construida en el siglo XV en mampostería y techada por losas en la que destaca su campanario. Pasado este templo los caminantes deberán coger aire y beber de la fuente allí ubicada porque, a continuación, llega el momento más complicado de la jornada. A pesar de su escasa longitud, de menos de 300 metros, la rampa con la que se alcanza el alto del Poio (13 kilómetros hasta Triacastela), de importante pendiente, es de suma dureza. Corta pero intensa.

Ya superada esta nueva dificultad, los caminantes se sitúan en la máxima cumbre del Camino Francés en Galicia. Con sus 1.337 metros de altitud, desde este paraje se tienen unas vistas inigualables de la sierra de O Rañadoiro y del valle situado a sus pies, así como, hacia atrás, del alto de San Roque, que los caminantes ya salvaron con anterioridad. En este punto se localizan además, y de forma estratégica,  establecimientos hosteleros, con comida y habitaciones, en los que los peregrinos harán un alto para reponer fuerzas.

El pueblo de los "bidueiros"

A continuación ya comienza el descenso, que será leve en estos primeros tramos. El sendero continúa durante más de 3 kilómetros a lo largo de un camino paralelo a la LU-633 en el que no existen altibajos. Se accede de esta forma a Fonfría (9,8 kilómetros a Triacastela), pueblo conocido por una fuente que brota a la orilla del Camino y por un hospital ya desaparecido.  Este lugar, en el que los caminantes pasan por delante de un lavadero al que aún acuden algunos vecinos, cuenta también con una iglesia en honor a San Xoán. De nave rectangular, muros de piedra y cubierta de losa, alberga en su interior un retablo con tallas.

O Biduedo

O Biduedo

El descenso prosigue desde este punto por un camino de tierra para volver a enlazar con la carretera en el lugar en el que el Camino dice adiós a la montaña y al ayuntamiento de Pedrafita do Cebreiro y da la bienvenida a Triacastela, que ya se comienza a adivinar allá en lo lejos. Pasado este intervalo, el sendero continúa de nuevo por una pista que atraviesa la carretera. Poco a poco comienza a acentuarse el desnivel. Tras sobrepasar diversos cruces y continuar de frente sobre un terreno irregular y con bastantes piedras, se accede, sobre un pavimento de hormigón, a O Biduedo (6,9 kilómetros a Triacastela), núcleo que recibe ese nombre por la gran cantidad de abedules que saludaban a los peregrinos. Los romeros hallarán aquí dos casas de turismo rural y un merendero con seis mesas en las que poder comer al aire libre. En la pequeña y contigua capilla de San Pedro podrán, además, sellar la credencial.

La argamasa de la catedral

A la salida del enclave arranca un nuevo repecho sobre tierra. Los peregrinos se adentran en el monte Caldeirón, desde donde apreciar unas bellas vistas de las montañas circundantes. La aparición a lo lejos de una cantera permite evocar uno de los pasajes jacobeos más recordados de estas tierras. En Triacastela se localizaba uno de los pocos yacimientos de cal de Galicia y era en él donde los peregrinos medievales recogían las piedras que ayudaron a levantar la catedral de Santiago y otros monumentos jacobeos.

Hace siglos, y como una penitencia final, los caminantes trasladaban estos materiales hasta Castañeda, localidad situada entre Arzúa y Melide, que acogía los hornos donde se cocían las piedras de cal con la que se realizaba la argamasa destinada al templo compostelano. El tramo que se inicia a continuación, una especie de balconada sobre Triacastela con el monte Oribio al frente, es de gran belleza. A partir de un sendero pedregoso, en el que algunas rocas y surcos dificultan el tránsito, se llega a Fillobal (3,9 kilómetros a Triacastela), donde el pavimento cambia a hormigón. 

La senda cruza en este punto la carretera y continúa en descenso para volver a atravesar el asfalto un kilómetro después, junto a un pequeño merendero. Habrá que tener cuidado en este cruce con la LU-634 al estar en curva y no haber paso de peatones. Tras admirar en Pasantes (2,4 kilómetros a Triacastela) una capilla, la senda continúa por Ramil, un enclave de blasonadas edificaciones ya próximo a la meta y donde habrá que pararse delante de un castaño centenario. El itinerario continúa en un rápido avance hacia Triacastela, en cuya misma entrada se localiza el albergue público y, justo enfrente, varios bares donde los peregrinos podrán desayunar. Pero eso ya tendrá lugar en la jornada siguiente...

O Cebreiro - Triacastelaen bici

Al igual que los caminantes, los ciclistas necesitan una etapa de transición tras la dureza del día anterior. En esta jornada tan solo el durísimo repecho del alto del Poio les pondrá de nuevo a prueba. En caso de mal tiempo o nevada se recomienda hacer la partida desde O Cebreiro por carretera, por la LU-633, asfalto que se cruzará con la vía milenaria en varias ocasiones. Los bicigrinos deberán aumentar las precauciones en el permanente descenso, en algunos tramos muy pedregoso, que se inicia tras el alto y que atraviesa de forma veloz pequeños y sucesivos núcleos. La senda se convierte, de todas formas, en un magnífico mirador, para gozar desde el propio manillar.

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